miércoles, 31 de octubre de 2018

El tren

Las diez de la noche. Un tren lleno. Una mujer cansada que solo quiere llegar a su casa. Lleva casi 48 horas sin dormir y todavía le queda una más para llegar a la estación. No pasará nada si cierro los ojos unos minutos...

Una inquietud la despertó. No fue un sonido, sino simplemente la nada, un penetrante silencio: ni el motor del tren, ni el chirrido que este producía en su paso por las vías, ni las conversaciones de los pasajeros. Abrió los ojos y se encontró con la completa oscuridad. El tren se había detenido en pleno trayecto: a la derecha podía ver un par de vías, a la izquierda el campo iluminado por la luz de la luna.
La ansiedad la inundó. Respira, respira. Se habrá detenido un momento. Miró la hora: las tres. ¿Cinco horas? Habían pasado cinco horas? ¿Por qué nadie me ha avisado?
De repente, una voz ahogada la sobresaltó. Al principio no podía distinguir palabra alguna, pero al escucharlo por quinta vez supo descifrarlo:
Ayuuuuuuda
Venía del final. La mujer se levantó y se dirigió hacia la agonizante voz. Sus ojos se empezaban a adaptar a la falta de luz: ya podia distinguir los diferentes asientos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco… llegó al fondo del vagón. Al principio no encontró a la dueña de la voz, pero un gorgoteo le indicó que se encontraba debajo de los asientos. Se agachó y una mano huesuda le agarró la muñeca con tanta fuerza que pensaba que se la iba a romper.
¿Señora? Calmese, estoy aquí, déjeme ayudarla a levantarse.
Noooo dijo, sollozando―, se han ido, pero van a volver, escóndete niña, corre mientras puedas o acabarás como los demás…
―¿Qué... qué ha pasado?
Ya vienen, los puedo sentir...
Le agarró el otro brazo y tiró de ella con mas fuerza que la que debería tener una persona de tan avanzada edad. Cayó encima de ella, pero la anciana pareció no percatarse.
El sonido de algo arrastrándose le llegó a los oídos. Era un sonido indescriptible, algo que parecido a lo que produciría una garganta ahogándose. Se asomó: dos sombras estaban en la puerta del vagón, intentando entrar. La mujer tuvo el impulso de levantarse para pedirles ayuda pero algo, un instinto de supervivencia, activó señales de alerta en su mente. Tenía miedo, notaba como el pánico intentaba escarbar en sus sentidos, sentía como se paralizaba y horribles escalofríos le recorrían la nuca y la espalda. Decidió confiar en su instinto y quedarse quieta. Intentó moverse para no aplastar a la anciana pero esta se lo impidió agarrándola mas fuerte. Notó algo húmedo en la espalda y en las manos. La anciana estaba temblando debajo suyo.
Unos segundos más tarde, las dos figuras entraron en el vagón. La mujer tuvo que contener un grito cuando la luz de la luna los iluminó: la figura que iba delante parecía encontrarse en plena metamorfosis. En algún punto fue una niña de unos doce años pero ahora su piel se estaba volviendo translúcida, los músculos se le estaban deshaciendo y su espalda se estaba encorvando alarmantemente. Todavía tenia rastros de ropa y de pelo, pero su cara se estaba desfigurando: no tenia ni labios ni párpados, sus globos oculares eran opacos y reflejaban una increíble sed de sangre. La criatura que la seguía predecía el destino de la chiquilla: un ser esquelético cubierto de una fina piel que colgaba en algunos puntos, unas enormes cuencas vacías, unos colmillos amarillentos que se confundían con el resto del cráneo, unas largas uñas y unas orejas puntiagudas. La anciana agarró con más fuerza a la mujer.
Shhhh. Wendigos, son wendigos... no nos pueden ver, pero perciben las vibraciones y los sonidos, así que calla muchacha.
La mujer le clavó las uñas en la mejilla. Le estaba haciendo daño. Los dos wendigos pasaron por delante. Un metro, dos metros, tres...
Respiró con alivio. Estaban entrando al siguiente vagón. La anciana apretó con mas fuerza. La mujer intentó liberarse, pero era casi imposible. Le estaba clavando las uñas en la mejilla y su otro brazo le oprimía el pecho. Intentó empujar el brazo y con ello un trozo de carne salió volando. El pánico inundó sus pulmones.
Estate quieta niña, solo será un momento. Tengo hambre...
Luchó, se movió. Consiguió ensanchar el agarre unos centímetros. Levantó la cabeza y vio que lo que antes había sido una mano anciana, ahora se había convertido en un mar de garras conectadas a algo esquelético. En su oído empezó a escuchar el mismo sonido que las dos criaturas habían emitido hacía apenas unos minutos. Consiguió liberar el brazo derecho. Se agarró al marco de la ventana y se puso en pie usando toda su fuerza. Lo que antes había sido una anciana agonizando se le agarraba ahora en la espalda como una garrapata. La mujer se lanzó de espaldas contra la pared, esperando que el golpe la liberara. La wendigo empezó a gritar. Era un grito espeluznante: aterrador, penetrante, horrible. Miles de clavos se le incrustaron en la cabeza. Un grito semejante al de la anciana sonó a la derecha de la mujer, otro más alejado, dos a la izquierda. Los wendigos de antes estaban volviendo.
Notó algo caliente y húmedo en la oreja derecha. Instintivamente se llevó la mano a la oreja y con sorpresa se dio cuenta de que no estaba. ¡Se la había arrancado! ¡Y podía oír como la estaba masticando! Aprovechó la distracción para finalmente liberarse propinando tres golpes secos a la cabeza de la criatura.
Liberada, echó a correr hacia la puerta de salida. La anciana la empezó a seguir. Los dos wendigos se le unieron. Apareció un tercer wendigo. Y otro más. Cogió carrerilla, se impulsó con los asientos y propinó una patada a las puertas, pero estas se resistieron. Venga, venga, vamos... Otra patada. Un ligero movimiento le indicó que estaba funcionando. Los wendigos estaban demasiado cerca. La última patada: las puertas cedieron.
Le esperaba una pequeña pendiente de unos diez metros. Dudó. Uno de los wendigos le agarró el brazo. Se tiró y cayeron los dos. Empezó a rodar incontrolable. El wendigo se desprendió de ella y se precipitó hacia una piedra. Ella tuvo más suerte: aterrizó en el pasto. Se mantuvo unos segundos tumbada, recuperando el aliento.
Se levantó lo más rápido que pudo y echó a correr.
Le picaba mucho la piel, le dolían las manos, se le estaban resecando los labios de una manera muy anormal. Se miró las manos: su piel se estaba cayendo, sus uñas se estaban endureciendo. No, no, no, no...
Un chillido agudo detuvo su paso. Se quedó paralizada. Algo estaba al acecho. Otro chillido acompañado por un aleteo. Miró hacia arriba. Una veintena de enormes criaturas aladas estaban rodeando el tren. Tenían cabezas de cabra, cuerpos humanoides y alas de murciélago. Las criaturas demoníacas sobrevolaban los wendigos. Unos cinco wendigos echaron a correr hacia ella: una de las criaturas aladas se precipitó hacia ellos y los engulló en un solo movimiento.
El cielo temblaba, mejor dicho, chillaba: las nubes estaban tintadas de un rojo escarlata. De repente, un tentáculo oscuro se asomó por una de ellas acompañado por un penetrante rugido.
Se empezó a marear. ¿qué estaba pasando?
El infierno, esto es el infierno.



Cuatro cartas


Don Álvaro de Campos

Sauchiehall St., 931

G31 3AW Glasgow (Escocia)



8 de octubre del 1931

Madame Blavatsky
Würzburg, (?)
80331 Würzburg (Baviera)

Mi querida Helena;

Hace poco me he mudado a la zona oeste de Glasgow. Lamentablemente, he de dar por perdido mi Oriente y me siento vaciado, cansado. Me comentó nuestro querido Aleister que seguías en Würzburg lejos del barbudo Coronel y muerta hace ya tres décadas. Pocos días le puedo dedicar a la lectura, pero si te permites salir de tus cámaras secretas intenta encontrar el poemario que mi amigo Fernando ha publicado. Me preocupa algo.  

No creo que te suponga molestia alguna relatarte mis inquietudes, pues sabemos que Fernando se ha movido entre las sombras del tiempo y dentro del esplendor del Mensaje me agoniza las premoniciones que ha sufrido.

Camufla entre el orden de sus versos una preocupante llegada, como aquella de la que hablaba António, pero esta es peligrosa. Tres veces hay que cantar, dice, al monstruo del fin del mar. Tres veces hay que cantar, al monstruo del fin del mar. Tres veces, Rey Don Juan, hay que cantar al monstruo del fin del mar.

Helena, querida, temo que Fernando haya premonizado la llegada de lo que todos temíamos en la Orden hace ya diecisiete años. La llegada del Adamastor.

Ruego que me escribas, estés donde estés. Es importante.



Sator Arepo Tenet Opera Rotas



Don Álvaro




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Don Álvaro de Campos

Sauchiehall St., 931

G31 3AW Glasgow (Escocia)


16 de octubre del 1931

Madame Blavatsky
(?) , (?)
(?) Baviera (Alemania)

Mi querida Helena;

Gracias por contestar con rapidez. Tenía una sospecha escondida de que estuvieses muerta. Veo que estás al tanto del Mensaje que nos ha dejado Fernando. A mí también me preocupa su estado actual. En la última carta me comentó sobre el año de su muerte y fumé como en Manchuria. ¿Sabes, Helena, que Aleister ha ido a verle? Ha aprovechado el escándalo del Mensaje para viajar a Cascais y encontrarse con Fernando en la Boca del Infierno. Recuerdo cuando estudié los escritos secretos que Sir Frazer dejó para la Orden que hablaba de la Boca como una de las entradas a Inferno junto al Gauri Shankar y la Fosa de las Aleutianas. Si uno de los doce gigantes despertaba seríamos nosotros, la Orden, quienes debiéramos hundir al monstruo en sus propias profundidades. 

Me siento como vaho respirado, esclavo cardíaco de cada instante que me pisa y unge su huella sobre mi cabeza. Helena, sería mi mayor deseo poder reunirme contigo cerca de Lisboa. Si es posible, que también venga tu cuerpo. Le diré a Thomas que he de viajar a Portugal porque Fernando ha caído enfermo. No creo que me ponga pegas a ello. Últimamente, el río que atraviesa mi aldea está desbordado. Las aguas del Atlántico norte se están enfadando y los heraldos locales solo hablan de un viento tropical residual que ha llegado a nuestras costas. Debemos impedir el despertar de Adamastor.

Sobre lo que comentas, San Pablo, no creo que sea él la causa del despertar. Cuando hablé con Fernando dos años después del Día Triunfal me explicó una teoría de las sirenas que estaba desarrollando un amigo en Praga: en el silencio se encuentra el conjuro. El último sortilegio. 

Ruego que me escribas, estés donde estés. Busca el conjuro, por favor. 



Sator Arepo Tenet Opera Rotas

Don Álvaro


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Don Álvaro de Campos

(?), (?)

(?) Lisboa (Portugal)


22 de octubre del 1931

Madame Blavatsky
(?) , (?)
(?) (?) (?)

Mi querida Helena;

Gracias nuevamente por contestar y concertar nuestro encuentro en Lisboa. Me encuentro de camino. Llegaré, con suerte, esta noche. El tiempo está empeorando y cada vez más rezo a los antiguos dioses para que no sea el Despertar. Me alegro de que me enviaras la copia del conjuro. Fernando ya no contesta a las cartas. Ayer anoche, en las noticias salió la desaparición y posible muerte del ocultista Aleister Crowley. Sé que ha sido un espectáculo, pero quien realmente me preocupa es nuestro querido Fernando.

Hace diecisiete años, Helena, ¿Te acuerdas? Fue el Día Triunfal, el día en el que Fernando Pessoa cayó como un peso muerto sobre la mesita de té de Rose y cuando despertó escribió durante cinco lunas los siete cantos de la lluvia. Cuando los pudimos leer vino hasta Ricardo desde Brasil y para qué, si no entendimos nada de lo que decía. ¿Te acuerdas? Se ilumina la iglesia dentro de la lluvia de este día. Me alegra oír la lluvia porque ella es el templo encendido. Estaba loco. Pero recuerdo que todo encajaba. Ahora lo recuerdo… ¿Te acuerdas? Dime que te acuerdas del monstruo. Dímelo cuando me veas. Es ahí, ahí donde lo vio. Vio al gran monstruo del fin del mar. 



Sator,

Álvaro




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?

(?), (?)

(?) (?) (?)



Madame
(?) , (?)
(?) (?) (?)

Mi querida;

Han sido diecisiete años en cinco días lo que ha tardado la Orden en morir. Me alegra haberte visto una última vez. Tenía razón Aleister, que en paz descanse, sobre tus treinta años muerta. Lo siento. No me di cuenta. Creí que era aquel monstruo a quien debíamos enviar a las profundidades. Hoy tu cuerpo descansa allí. Bajo el mío. Bajo el nuestro. 

El Mensaje que me preocupaba no era más que un pasatiempo. No se trata de nada serio, ¿sabes? No se trataba de nada serio. Creí que era algo importante y que debía avisarte. Pocos quedábamos en la Orden y los Doce seguían dormidos. Creía. Cuando Orfeo hablaba de los Doce se refería a titanes. Cuando Ossian habló de ellos los puso como gigantes. Frazer habló de la lluvia. Tu hablaste de San Pablo. Hablaste de la lluvia.

Lo siento, he dejado de escribir por un buen rato. El barco me ha embrujado con el humo de sus chimeneas. Lo he pensado. Sé qué está pasando. Sé qué hacer. Helena, querida, ¿no lo ves entre sus versos? Es él. Fue el primer sortilegio quien despertó al Adamastor y será el Mensaje aquel que augure



Ruego que me escribas, estés donde estés. Busca el conjuro, por favor. 



Sator Arepo Tenet Opera Rotas

Don Álvaro




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Las cuatro últimas cartas de Don Álvaro a Madame Blavatsky. Fue el inspector Quaresma quien las encontró envueltas con un chal negro, a orillas de la Boca del Infierno. Las reportó junto a cinco velas negras, una carta mágica y un extraño sombrero que no pintaba nada en la escena del crimen.



La comodidad de la tumba

Todos los huesos de la calavera crujieron en un escalofrío al mismo tiempo, como si supieran que faltaban horas para la noche más terrorífica. Moll, que era una calavera relativamente joven, odiaba con cada una de sus vértebras la noche de Halloween, ya que implicaba tener que dejar la comodidad de su ataúd, con su Netflix de ultratumba y sus tests de Buzzdeath, para salir al mundo de los… Sólo con pensar en esas criaturas Moll ya volvía a temblar. Su yo racional entendía perfectamente que ella, en un horrible pasado, también había sido una de esas criaturas, pero su yo paranoico y caótico (que claramente era el que mandaba en sus huesos) no podía evitar temer a esos vivos y felices humanos.
Pero el deber era el deber, y si se negaba a salir de su tumba, actuando como la adolescente dramática que en el fondo era, todos sus privilegios de calavera se acabarían: no más muertellamadas con el guapo de Caronte y, peor aún, no más gusanos rellenos para desayunar. Y eso sí que la calavera no lo podía permitir.
Era la primera vez que Moll pisaría el mundo de los vivos siendo una calavera, pero aún recordaba las horribles noches de Halloween de cuando aún era un joven e inocente zombie. Recordaba el terror mudo que le provocaban las idioteces que cometían los humanos, así como quedarse afónica después de ser perseguida por tantos y tantos perros (y una memorable vez también la persiguió un conejo). Después, llegaron los años de transición, cuando no era ni zombie ni calavera, e incluso sus compañeros de cementerio la miraban con cierto asco. Así que consiguió el permiso para quedarse en la tumba hasta que por fin fuera una bonita y reluciente calavera.
Sin embargo, el momento había llegado, después de tanto tiempo, Moll tendría que volver a pisar el cemento de los humanos y tristemente, no lo haría siendo una calavera preciosa, sino un simple y mundano saco de huesos andante.  Por lo menos, le había tocado el trabajo más fácil de la noche: asustar a jóvenes universitarios. Gracias a Netflix, Moll sabia que estos estarían demasiado ocupados estudiando como locos o bebiendo… como locos para darse cuenta de su presencia, de modo que podría deslizarse tranquilamente por sus vidas sin preocuparse demasiado por lo de asustar y centrarse en no ser asustada.
Finalmente, llegó la hora de salir a la calle de los horriblemente vivos. Con un suspiro, Moll chasqueó sus falanges para abrir el portal que, de hecho, era uno de los pocos privilegios que no le importaría perder. ¿Para qué quería ir al mundo de los vivos si podía quedarse calentita en su ataúd y limitarse de vez en cuando a visitar la biblioteca del Inframundo? Pero el precio para hacer esto era asustar unos cuantos humanos vivos (o al menos intentarlo) y, suspirando otra vez, Moll cruzó el portal.


Si Moll aún tuviera ojos estos le habrían caído de las cuencas de la sorpresa. Con la mandíbula colgando exageradamente, la calavera volvió a comprobar la dirección del papel. Sí. Esa era la casa. Moll se alegró de haber desobedecido ligeramente las normas y haberse arreglado un poco para la ocasión (llevaba su tutú de raso negro favorito y se había decorado los huesos con rotulador permanente), pues esa casa definitivamente lo merecía: estaba rodeada de  rodeada de tumbas y telas de araña que ondeaban con la brisa, Moll no pudo evitar sentirse como en casa. Aunque probablemente todo fuera falso.
—¡ Por fin has llegado! —susurró una voz con emoción detrás de su nuca. Moll giró el cráneo para ver quién hablaba (y de paso, si era un humano, asegurarse un primer susto). Con estupor, se encontró con la calavera más atractiva que había visto: no tenía ni una grieta  y se movía con una sorprendente elegancia para ser todo huesos viejos. Con una reverencia anticuada, dijo:
—Encantado de conocerte. Lates a tu servicio. Hacía mucho tiempo que te esperaba.
Moll musitó un “encantada” sin entender qué hacía esa calavera allí: había insistido en trabajar sola, pues así podía escaquearse sin que nadie la delatara.
—¿Es esta la casa número 13 verdad? Tengo entendido que en su interior hay 8 universitarias esperando ser asustadas —dijo finalmente, intentando sonar profesional.
—Esperando, esperando… no creo —respondió con media sonrisa la calavera, mientras se acercaba a mirar por la ventana, desde dónde se podía ver a las chicas dormidas en el sofá, mientras una peli de terror también intentaba asustarlas sin éxito—. Ummm, si están dormidas no podemos hacer nada ¿no? Vaya me suena que eso decía el reglamento —razonó Moll, que tenía previsto agarrarse a esa excusa con todas sus fuerzas.
Lates rió con fuerza pero, sorprendentemente, la mandíbula no se le desencajó.Moll lo contempló en una mezcla de admiración y desconfianza: era demasiado perfecto.
—Los cuerpos muertos y sus reglamentos. Sois adorables.
—¿Y tu no eres un cuerpo muerto? —preguntó Moll confundida.
—Claro, claro… —musitó la calavera mientras se alejaba por un caminito del jardín—. Ven, anda.
Finalmente, la calavera se sentó encima de una de las tumbas que adornaban la casa.
—Creo que tú y yo nos conocemos —afirmó con seguridad la calvera y, a continuación, dijo— He tenido que mover muchos hilos para que estuvieras aquí esta noche. ¿te he dicho que adoro vuestra burocracia? Es tan fácil de manipular…
—¿Quién eres? —preguntó Moll horrorizada, mientras mil teorías se disparaban en su cabeza. ¿podía ser que fuera un humano? No, los humanos tienen demasiada carne lo habría notado…
—No soy un humano— respondió con sencillez la calavera, mientras sus dos cuencas parecían mirarla con intensidad—. ¿No te acuerdas? —preguntó Later tras unos segundos, ligeramente sorprendido— Tú te ocupaste de que no lo fuera. Y la verdad, te lo agradezco.
Fue entonces cuando Moll recordó el episodio que había supuesto un castigo por el accidente mortal con ese humano, que fue la causa de su castigo y que ahora estaba justo ante sus cuencas. Los jueces habían pensado que el peor castigo para Moll, como calavera, era no poder subir al mundo de los humanos y, en ese momento, a ella le había parecido que más que castigarla le estaban dando las mejores vacaciones, pero ahora…
—Pero tú no puedes ser una calavera… —susurró Moll mientras retrocedía—. Yo lo comprobé en los registros…
Fue entonces cuando se dió cuenta de por qué los huesos de Lates eran tan artificialmente brillantes y perfectos: eran huesos de plástico.
—Eres un fantasma —dedujo, mientras el pánico la invadía.
—Exacto. Pensé que así no te asustarías. Me enseñaste muchas cosas esa noche —afirmó Lates con una sonrisa. Sin embargo, de repente, giró la cabeza bruscamente. Todos los huesos de Moll temblaron cuando ésta dió cuenta de que no estaban solos.


—No puedo creer que nos hayamos dormido. Que se duerma Mar, vale. ¿Pero el resto? —se quejó una de las universitarias.
—El examen de esta mañana de crítica no ha quitado todas las pocas energías que nos quedaban —respondió otra con un susurro.
—¿Pero estáis seguras de que es buena idea esto de ir a pedir truco trato? Ya no somos niñas, aunque algunas por mentalidad lo parezcan …
Moll no esperó a saber la respuesta, corrió tan rápido como sus huesos le permitían mientras que una gruesa oscuridad lo invadía todo. Lejos, Moll escuchó a Lates gritar que le esperara, pero Moll siguió corriendo, hasta que finalmente la envolvió la nada.


Al despertarse, todos los huesos de Moll temblaron al mismo tiempo, como si supieran que se acercaba la hora de volver al mundo de esos horribles humanos. Moll odiaba con cada una de sus vértebras la noche de Halloween y, por si fuera poco, llevaba cien años soñando con el mismo maldito sueño.




jueves, 15 de junio de 2017

INICIO

Palabras chirriantes que se esconden en la boca de mi garganta;

ellas gritan, me recriminan; me suplican por una explicación.

Sin compasión, mi mirada gélida desdibuja la visión de la realidad y poco a poco creo ver los fantasmas de mis propios engaños. Los engranajes que mueven este destartalado cuerpo comienzan a girar automáticamente; mi mente se esconde bajo las mantas de mi prisión.

Palabras resentidas que se suicidan en un nudo silencioso;

si tan solo ellas desaparecieran....

pero un mar de semillas putrefactas se filtran por el mecanismo.

Sin emoción, mi sonrisa oculta el lugar del crimen y poco a poco ni el sol ni el aire se atreven a atravesar el escudo de mi rostro. Los tumores que han invadido este destartalado cuerpo comienzan a germinar; mi oscuridad alimenta una zarza confusa.

La carne se desgarró. No recuerdo que me doliera o que me causara emoción alguna. Entre el agobio y la insensibilidad abrí mi corazón para tan solo encontrar el vacío.

A penas percibo el transcurrir de los días desde entonces pero prefiero flotar en esta niebla plomiza que sentir en mí los tercos rayos de sol; me dan migraña.

La zarza se secó. Recuerdo que su cáscara se convirtió en polvo y las heridas internas en muescas. Entre la tormenta y la calma ahora me pregunto qué es lo que debo hacer.

- Sta. Rigoberta.


miércoles, 26 de abril de 2017

¡Pan!


¿En qué piensas?


Eeeem... en nada en concreto.



Llevas diez minutos mirando esa miga de pan, la que se te ha caído cuando desayunabas. Dime, ¿en qué piensas?



No tiene sentido que te lo explique. Lo sabes perfectamente, lo que pienso.



Ya. pero es mejor que lo digas tú. 
Desembucha.



No sé que hacer con mi vida...



No, eso no es lo que te pasa. Di la verdad.



Pero... ¡Es verdad! Tengo miedo... todo el mundo sabe lo que quiere hacer... están predestinados a hacer algo. Yo... yo no tengo ningún tipo de pasión. Ni oficio, ni beneficio. Nada de nada.



No digas tonterías. 

Primero, no me seas egoísta. Diciendo esto, estás asumiendo que solo TÚ estás sufriendo. 
Segundo, esa negatividad... parece que llames a gritos que necesitas atención. 
Claro que tienes pasiones, no te las niegues, porque entonces sí que dejarás de tenerlas.


Es que todo el mundo parece tan seguro, confiado, decidido... yo me aburro en el presente, en la cotidianidad, el día a día... y no miro más allá: no aspiro a nada.



Eso lo haces porque tú quieres. Eres muy capaz de conseguir lo que te propongas. Tu problema es que te has acomodado demasiado bien en el flujo del presente. 

No aspiras a nada porque no quieres, eso es lo que quiero decir... Vamos, que la pereza te puede.


No es pereza... ¡es miedo!



Es pereza.



… ¡miedo! Miedo al fracaso.



De acuerdo, eso te lo acepto. Es pereza y cobardía. 



¿por qué eres así? Me estás haciendo sentir peor...



Soy así por tu culpa. Si sigues así, te acabarás hundiendo de verdad. No serás nada, una miseria. Serás como esa miga de pan que tanto miras y que ahora estás desmigajando todavía más. Serás un resto de lo que eres, un fragmento de lo que fuiste... Del mismo modo que una miga fue pan.


¡No quiero ser una triste miga! ¿qué debo hacer? ¿por dónde empiezo? 



No lo sé, eso lo tienes que descubrir tú. Por mi parte, no puedo hacer nada más. 
Yo ya he cumplido. 


Entonces, te dedicas a criticarme por mis acciones, o... mis no-acciones y luego dices que no puedes hacer nada, que no sabes como arreglarme. Eso es contradictorio. ¡Es injusto!



¡¿Injusto?! 
Si te digo que no puedo hacer nada ¡es porque no depende solamente de mí! ¡No voy a empujar solamente yo el carro! Ya lo he hecho durante demasiado tiempo... E inútilmente. 
No puedo ayudarte porque hay un obstáculo que me lo impide: y ese obstáculo ¡eres tú! 
  

Vale, vale... lo intentaré.



No, ''lo intentaré'', no. Lo harás. 
Por nuestro propio bien.




Y así, colocó su dedo índice encima de los restos del pan y presionó hasta que se adhirieron todos. Se levantó y a continuación se dirigió con paso ligero hacia la cocina. Allí, se posicionó delante de la basura y con la punta del pie, presionó la palanca que abría la tapadera y, antes de tirar la miga desmenuzada, murmuró: 


No permitiré convertirme en una miga de pan. No soy una miga ¡SOY PAN! 


Dejó que los pedazos se desprendieran lentamente del índice y, finalmente, con un golpe cargado de energía, cerró la tapa de la basura.

- Alice.

martes, 25 de abril de 2017

La rosa efímera

23 de abril, la fecha más esperada para algunxs, y el día como cualquiera para otrxs, yo, soy del segundo grupo. San Jordi está bien, las rosas son bonitas, los libros son satisfactorios, y los regalos entusiasman. Pero en este año no me apetecía salir a ver las paraditas de la rambla, ni me apetecía observar a parejas felices andando con rosas en cada mano, mas sabiendo que yo no iba a recibir ningún regalo. Digamos que me resultaba indiferente ver como  Paseo de Gracia estaba a reventar de gente contenta, con paraditas de libros que no podía permitirme comprar, y rosas, que a medida que transcurría el día, decaían.

Además, también era el día del libro, y a mi pues, me apetecía leer un libro nuevo, deleitarme con cada una de sus palabras, y olvidarme de todo lo que me rodeaba. El día del libro tendría que ser para aprovechar el tiempo libre para perdernos en ese mar de historias ficticas y saborear cada uno de sus punto y coma. Decidí leer en el jardín de casa, con la gata acariciándome y ronroneando pidiendo cariño, y las “canciones” incomprendidas de los pájaros de fondo. Antes debía sacar la basura, sí, tanto romanticismo no podía ir muy lejos, siendo yo la que lo escribe.  Me vi dispuesta a ir a tirar esa bolsa llena de cosas que nos fueron útiles y  agradables en su momento, pero que ya nadie quería: como la rosa cuando muere y ya no conserva su rojo vivo. Y por mi sorpresa, me encontré una rosa justo en la ventana de mi habitación. Y yo pensé “la primera rosa que recibo en San Jordi, y no sé si se la ha dejado alguien o si realmente es para mi... bah, tampoco te alucines -me dije- seguro que se habrán equivocado”.  Pero mi espíritu princesa disney no me dejó ser darks y decidí cogerla, la esperanza es lo último que se pierde. Me fije detenidamente en la rosa, puesto que me pareció ver algo escrito en uno de sus pétalos, y ciertamente, tenía razón, ponía “Sí, es para ti”. No sabía si emocionarme porque eso era muy de película romántica, o echar a correr. Pero no, “¡qué cojones!” por una rosa que recibo en mi vida... ¡me la quedo!. Eso era muy extraño, demasiado, pero yo era feliz, dejé la rosa en casa y salí a sacar la basura como si de una bolsa  de diamantes se trata, estaba más contenta que Blancanieves cantando.  Por el camino pensaba en quién iba a ser el misterioso de mi lista de admiradores invisible. Quizá era un acosador. No sé, me daba igual. Porque simplemente me había tomado aquello como algo ficcional, como si yo perteneciera a un cuento de esos con final feliz.


Al volver a casa fui al jardín, esperando cumplir mi único objetivo de ese San Jordi: leer. Pero vaya, ese admirador/desconocido-misterioso me había  chafado mi plan, no podía concentrarme en la lectura, pues solo pensaba en quién podía ser, y no me concentraba en lo que me contaba la señora en la historia.


Observaba la rosa y pensaba en que aquella era la flor más bella que había visto jamás, tanto por su rojo intenso, sus pétalos relucientes, y su significado. Aquella rosa me había devuelto las ganas de ilusionarme por algo, me hizo pensar en que yo puedo ser interesante para alguien. Mi autoestima se recogió ella misma del suelo y se reformuló.
Sinceramente, me moría de ganas por saber quién había sido, y qué rostro tenía, pero al mismo tiempo no quería conocerlo: quería mantener la chispa, la llama del misterio, era una tortura placentera. La ilusión y la imaginación era lo más bonito que me había entregado esa persona.
Al final, cansada de tanto pensar y darle vueltas ese misterio irresoluble, me perdí en la lectura de esa historia de mares y brujas.
Al día siguiente -pobre de mí- me levanté más temprano que los días festivos anteriores, pues, volvía a la temerosa rutina universitaria. Iba ponerme guapa, pero beh, qué pereza, “si en realidad solo deseas volver a casa y eso que aún no has ni salido”. Pero bueno, superé mi yo perezoso y  decidí ir.
Me iba a ir de camino a la estación cuando me encontré  con algo en la ventana de casa. “Te estás empezando a hacer pesado, eh” dije sonriendo. Ésta vez era un libro , “Lo efímero” de Lara Redson. Dentro había escrito algo:
Espero que este libro no te resulte tan efímero como el pintalabios que a veces llevas, la rosa que te regalé, o como la vida misma. Disfruta sin prisa de estas historias, sin pensar en que en algún momento terminarán, y trata de verte como una de las protagonistas, que yo, si quieres, te acompañare en tus aventuras.

Recuerda que lo efímero es lo que nos mantiene vivas, lo que nos hace ilusionarnos por la vida.  quizá debamos empezar a disfrutar el vivo recuerdo de estas sensaciones experimentadas, y no lamentarnos por no ser eternas. Te aseguro que si lo fueran, no las valoraríamos  como hacemos ahora, ni nos harían tan felices. 

-Ella
“¿Ella? Vaya, pues... rectifico lo anterior dicho: "pesada”. Sonreí como una niña pequeña, sabiendo que tenía las mejillas más rojas que la rosa de ayer. "Trataré de seguir tu consejo, "ella",-¿ o debería decir "tú"?- pero aviso: soy muy impaciente.

-Gregoria



miércoles, 19 de abril de 2017

Emma va al cine

Las pelis de miedo y yo no nos llevamos demasiado bien. Bueno, yo no me llevo bien con ellas: me parece que ver una peli simplemente para pasarlo mal es absurdar y precisamente por eso siempre las he evitado a toda costa. Hasta el sábado pasado.

En ese cálido y feliz sábado de semana santa, mi familia y yo, que ibamos en el coche un pelín perdidos, descubrimos un cine. Tengo una ligera obsesión con los cines en general, que en las vacaciones alcanza un nivel crítico, en especial desde que han cerrado el videoclub y el cine del sitio donde veraneamos. Así pues, mis ojos no podían creer que allí, en medio de la nada, hubiese uno. Tan cerquita del piso. Cuando mis padres propusieron ir a ver una peli estaba sin habla de la incredulidad. En especial porque mi madre no comparte para nada mi amor por el cine, al contrario.

Esta se dirigió con pasos seguros hacía la taquilla. "Vamos a ver lo que hagan primero", chilló mientras todos intentábamos alcanzarla. Los cuatro nos quedamos mirando en silencio la cartelera, buscando sin demasiada suerte un título familiar. Mi padre propuso ir a ver la del "Bebé jefazo", pero mi madre, mi hermana y yo fingimos no escucharle. La única peli que hacían a esa hora (a parte del Bebé pesao ese) era Life. De repente me acordé de que había visto el tráiler con mi novio y que habíamos dicho de ir a verla: unos astronautas en su nave espacial. Nada de qué preocuparse.

O eso pensaba hasta que la señora de la taquilla nos preguntó si todos teníamos más de doce años. (Sip, en un mes haré veinte años pero hay gente que me pregunta si ya tengo los doce.)Entonces las alarmas de cabeza empezaron a retumbar, pero una parte de mi seguía siendo optimista: había visto un montón de carteles por Barcelona y los tres protagonistas parecían contentos y felices:



Claro que, por mala suerte, no había que la peli tenía un segundo cartel:


No hace falta que os diga que lo pasé fatal. De verdad, no estoy hecha para esta clase de películas. Mi hermana pequeña aún se ríe de mí: me pasé media peli abrazada a ella con más fuerza con un pulpo. Realmente no es una peli que te haga pasar miedo, sino que es de esas que te hacen pasarlo mal. El argumento es simple: seis astronautas están en una nave donde investigan la posibilidad de que haya vida en Marte, que la hay y, sea dicho de paso, es muy mala. Creo que lo que me hizo pasarlo tan mal (hasta el punto que temblaba) fue el hecho de que estubieran encerrados como conejos en una nave en medio del espacio...

Salimos del cine en shock.  Mi hermana fingía estar alegre, pero en realidad había pasado tanto miedo como yo. Mi padre no paraba de murmurar lo bien que nos lo habríamos pasado viendo la peli esa del bebé. La única que salió realmente contenta fue mi madre. Le había encantado la peli, la bióloga que hay en ella no paraba de dar palmaditas, mientras que yo, apretando aún los dientes de los nervios, sabía que no podría comer calamares o pulpos en mucho tiempo...

Pero bueno, que la peli no está nada mal. Que casi me provoque un infarto demuestra, sin duda, que cumple con su absurdo propósito de dar miedo y crear suspense. Si sois de los que difícilmente empatizan con los personajes, adelante, vedla.


Aquí tenéis el tráiler. Por lo visto debí quedarme dormida, o algo, porque, aunque enseña muy poco,  deja bastante clarito de que va la cosa.

La próxima vez haré caso de mi padre... 

viernes, 10 de marzo de 2017

Señor Reverte, no me alegro nada de verte (leerte)

Entrada improvisada, tenía planeado estudiar, pero esto me ha enfurecido demasiado.
El miércoles fue el día de la mujer, día en el cual se querría recordar la lucha constante que hay que tener presente, la lucha contra el sistema opresor de la mujer, el patriarcado. En este día, se lanzó una campaña para visibilizar referentes de mujeres musulmanas para romper la imagen monolítica que expuso el señor Pérez Reverte, bajo el hashtag: #ReferentesMusulmanas. ¿De dónde salió todo esto? Pues de una afirmación básicamente machista e islamófoba que concluyó P.Reverte, escritor,periodista, y sobre todo lamentablemente miembro de la Real Academia Española (¿realmente queremos personas de este tipo en una institución tan importante?. Bien, se me olvidaba que ya de por sí es una institución machista)
Estas fueron las palabras de Reverte en su tesis: 
http://www.elespanol.com/social/20170308/199230242_0.html


Bien pues, tengo cuatro palabras que decirte, monsieur Reverte:
Siento decepcionarte pero... tolerar que las mujeres lleven velo (bajo su propia elección) SÍ ES SÍMBOLO DE LIBERTAD. Siempre y cuando no esté obligada bajo una imposición estatal, o de otro tipo, ELLA DEBE SER LIBRE DE LLEVAR EL HIJAB ESTÉ DONDE ESTÉ, de no ser juzgada por ello, de ser valorada por ella misma, y no por sus creencias
Recordemos de que a parte de que  no todas las mujeres musulmanas son orientales, (las blancas-occidentales musulmanas existen). Algunas no-blancas deben emigrar por causas personales, laborales, las que sean, y muchas, por mala suerte, deben padecer esta islamofobia de muy cerca. Juzgan su capacidad laboral por el velo, muchas son discriminadas por sus creencias, e incluso muchas se ven obligadas a quitarse el velo en horario laboral si es que encuentran trabajo. ¿Libertad, dónde? ¿Quién censura, quién obliga aquí?
 Una mujer musulmana, al igual que una mujer cristiana católica o una judía, debe tener el mismo derecho de trabajar de lo que sea,  de ser RESPETADA como persona que es, de no ser prejuzgada, ni obligada a abandonar algo significativo para ella, como es el hijab.
Dices que el hecho de llevar hijab en clase siendo maestra podría influenciar en les alumnes, y que podría mostrar conductas "no-progresivas". No sé, llámame loca, pero la asignatura de religión (cristiana por supuesto) es obligatoria en muchas escuelas y eso no te parece imposición ni nada. Supongo que porque el cristianismo es tope moderno, yeah.  Como bien afirma una profesora musulmana:


"Yo soy profesora de francés, no de religión. Nosotras no hacemos proselitismo."

Algo obvio. Lo que se debería hacer, es naturalizar el hecho de que haya mujeres musulmanas, que hayan elegido ellas mismas esta religión, que no están obligadas por nadie no todas, y que son iguales que cualquiera. Que estas mujeren quieren llevar hijab, ya sea como he dicho por la religión, o como símbolo de ditendidad cultura, las razones, son lo de menos, la gente no debe entrometerse en estas cosas, solo tiene que aceptar y tolerar su libertad. Además de que tú no eres quién para opinar sobre lo que debe hacer una mujer con su cuerpo y con sus creencias.
Muchas de estas mujeres,(se te olvida de que son mujeres, profesoras, a parte de musulmanas,personas) se pasan la vida estudiando, para poder ejercer de lo que les gusta, para que al final aparezcan especímenes como tú que juzgan su labor por sus creencias personales y sus ideales. Si te parece, estas mujeres no deben ser profesoras, por si a caso, por si causan problemas entre les pobres alumnes. Bueno, y tampoco deben tener ningún tipo de empleo... Así pues, ¿tienen que ser amas de casa? ¿Esto no huele un poco a machismo? Mejor aún, que vuelvan a su país que aquí estorban.  Uy, que te he pillado, se te escapa la islamofobia. Además, no tratarán de imponer sus ideales, las echarían del trabajo el mismo día, así funciona la cosa. ( si hablaran de cristianismo esto no pasaría, pero bueno). Me da las sensación de que hablas de ellas por encima del hombro como si no supieran de lo que hacen. Como si una profesora de matemáticas no podría hacer clase sobre ecuaciones sin mencionar Allah. Seguramente creas que esto pasa en los países árabes, vaya, se nota que no has salido de la península.
Si no hubiera todos los prejuicios que hay en la sociedad occidental sobre les musulmanes, no habría problema en que una mujer con hijab educara a alumnes blanques. Deberías separar lo que es la vida privada, la religión que practica cada persona, con el trabajo. Como ha pasado  toda la vida, ¿o es que se distingue esta situación de las mujeres católicas?, ¿será por qué el cristianismo es la religión más practicada en Occidente a lo largo de historia ?, ¿Será por el simple hecho de que llevan hijab?. Les alumnes  deben  simplemente atender a las lecciones de la materia que da la profesora, y no han de prestar atención en si  la profesora  lleva velo, camiseta de tirantes, o el pelo pelirrojo.* ¿O sea, qué más le da a le alumne si la profesora lleva velo, o no?. Una alumne no va a pensar "omg mi profesora lleva hijab, voy a someterme ante el machismo".* Tu planteamiento es absurdo.
En cuanto a machismo.... ¿No será mejor que revises el machismo que hay en tu mismo entorno, en tu país y tu cultura?. ¿Me dirás que la RAE no es una institución machista? No hay oficios feminizados, hay términos totalmente misoginos, ofensivos para la mujer, y tú (tú también eres una perla misógnia) te dedicas a criticar una religión de la cual NO SABES ABSOLUTAMENTE NADA, a parte de lo superficial. Señor, antes de hablar, infórmese, y cuando se informe bien, resérvese la opinión para ud. Tu propia perspectiva retrógrada, islamofoba y machista, no la necesitamos para nada. 

Y para tu información, una mujer musulmana no es lo contrario  de feminista, el movimiento feminista islámico existe, y no es algo contradictorio. Porque todas las mujeres estamos oprimidas por igual, (por algo existe el feminismo interseccional). Mujeres que cobran menos que tú por el hecho de ser mujeres, mujeres que no forman parte de la RAE por ser mujeres, mujeres asesinadas por ser mujeres, y un largo etcétera. 




No voy a negar que en muchos países el hijab es obligatorio, y es un hecho misógino, puesto que las mujeres no tienen una libertad de ejercer su derecho de ser, de elegir sus propias creencias. Pero querido amigo, ESTO NO OCURRE EN TODO EL MUNDO, si éstas mujeres llevan libremente hijab es por algo, es porque realmente creen en esta religión, y porque tienen otra perspectiva de la religión musulmana. Si pasas la lupa por esta religión  quizá te parezca leer ideas misóginas, pero se te olvida de que es tu punto de vista, y que seguramente, haya ideas similares en la Biblia. A parte de que el Quran puede tener varias lecturas, que de algún modo, han sido difundidas ideas bastante manipuladas a lo largo de la historia, que hoy en día son cuestionadas por movimientos como el feminismo islámico. Pero bien, tú que vas a saber, si  hablas desde la absoluta ignorancia.
Así pues, que las mujeres sean libres de hacer lo que quieran, que sean libres, dejaos de prejuicios típicos de Occidente, sociedad educada para temer todo lo no típicamente occidental. No hagáis que las mujeres musulmanas con hijab sean tema tabú, que no os incomoden los velos. Al igual que respetan vuestras creencias la mayoría, vosotres (me da vergüenza decirlo) deberíais hacer lo mismo.
Una mujer musulmana con hijab, es lo mismo que una mujer no musulmana. ¿Entendéis?


PD: recuerda, el hijab no son cadenas para una mujer musulmana. Y hay diferentes perspectivas sobre las religiones, señor occidental, Reverte. Y que también el hijab puede ser un símbolo de identidad cultural.

Autor:Eneko
                  


*Sé que se distingue el hecho de que una mujer lleve el pelo teñido a llevar velo, es más importante para la persona, es su identidad pe cultural y religiosa. Pero es una prenda de ropa que no debería influencias en la labor.
*Antes va a reflexionar en el machismo que vive día a día en su mismo país.
--> Insisto en que siempre hablo desde el punto de vista en el cual la mujer haya elegido libremente el hijab, no incluyo de ningún modo ninguna imposición, sea cultural, estatal o incluso familiar. Las mujeres siempre debemos tener la libertad de  decidir sobre nuestro cuerpo, y sobre cualquier cosa que nos incumbe. En caso contrario, pasa a ser opresión machista, llevada a cabo por el sistema partiarcal. En esta situación, sí se debe intervenir para ayudar a estas mujeres, oprimidas que no ven escapatoria de sus cadenas. 

jueves, 16 de febrero de 2017

Aqua gym

He decidido que iré a clases de Aqua gym. Sí. Exacto, como las abuelitas. Lo he decidido esta mañana, mientras nadaba en la piscina. Repito: esta mañana en la piscina. Para los lectores que no tenéis el placer de conocerme puede que os parezca una frase completamente normal y creíble, los que sí, sabéis que es un gran hito para mí: soy una perezosa de niveles olímpicos. Sin embargo, hace dos semanas que me he encontrado por casualidad a mi fuerza de voluntad y que, aprovechando que los jueves por la mañana entramos a la universidad más tarde, hago de sirenita en las aguas frías de mi piscina municipal.
¿Os dáis cuenta de lo masoquista que me he vuelto? Estoy malgastando mi bonita mañana libre en ver a señoras y señores en bañador cuando podría estar en mi camita leyendo o en mi sofá viendo Netflix. Pero claro, tener al mundo entero chillando que es importante hacer ejercicio hace que una haga ciertos sacrificios. Estar escribiendo esto en lugar de aprovechar de la media horita que me queda también es un gran hito para mí.
En realidad me gusta ir a la piscina (una vez superada la odisea de encontrar el gorrito, el bañador de colores y las gafas). Es bajo el agua donde puedo encontrar a la Emma zen. De verdad, nadar me relaja un montón, es de las pocas veces que mi imaginación descansa un poquito (el problema es luego, en la clase de cine, cuando la Emma zen no se entera de nada porque sigue flotando).

Bueno, me relajo el primer cuarto de hora nadando, luego simplemente me aburro y acabo haciendome de delfín*. También me vienen unas ganas locas de hacer el bombero** o el muerto (con la esperanza de asustar al guapo del socorrista), pero, ya sabéis, mi pueblo es pequeño y tengo una reputación que mantener.

Volviendo al Aqua gym, mientras nadaba con mi agilidad natural (já, mentira), ha empezado a sonar una canción (esa de I'm sexual), y con sorpresa he visto como una hilera de abuelitas empezaba a dar saltitos dentro del agua, siguiendo los graciosos movimientos de mi antiguo monitor. Era un espectáculo genial y una vocecita en mi interior ha susurrado: "Emma, ¿sabes que creíamos que no se nos daba bien ningún deporte? Este sí. Hemos nacido para esto." La vocecita en cuestión quería nadar hasta la hilera y acoplarse, pero al final la vergüenza nos ha vencido y hemos decidido observar y esperar.

Después de considerar que ya había ido arriba y abajo de la piscina suficientes veces, he ido corriendo con mi fantástico albornoz y gorrito hasta la recepcionista.
- ¿Qué tengo que hacer para hacer eso?
He preguntado con timidez. La recepcionsita, que hasta ese momento estaba canturreando aburrida, me ha mirado con curiosidad.
- ¿Hacer el qué?
- Ya sabes... aqua gym. ¿Tengo que apuntarme o algo?
Ahora me miraba con doble curiosidad, porque, ya sabéis, aunque tenga las aficiones de una, no soy una abuelita.
- Te llamas Emma, ¿no? Espera que lo miro. Depende de lo que pagues.
- ¿Puedo?- he preguntado con nerviosismo, mientras ella tecleaba en el ordenador.
- Querida, con lo que tú pagas puedes hacer lo que te dé la gana***. Incluso el bombero o la croqueta por el césped. Únicamente tiener que ir y empezar a dar saltitos.
Vale, no ha dicho esto. Pero casi.

Y así, lectores de este blog, es como he decidido a qué voy a dedicarme el resto de los jueves por la mañana de mi vida (bueno, de este semestre), aunque, si os soy sincera, ya me da pereza.

- Emma



* en el mundo de las piscinas eso es tocar las baldosas del suelo para luego nadar muy rápido hacia la superficie.
** coger las bolas de plástico que separan los carriles y arrastrar el cuerpo.
*** En realidad yo no pago nada. Todas mis aficiones son amablemente patrocinadas por mis padres.

viernes, 3 de febrero de 2017

¿Qué queréis de mí?

OSCURIDAD

No sé como he terminado aquí, tampoco conozco este lugar, ni me reconozco a mi misma. Todo empezó el 27 de febrero del 2010, yo era una adolescente, se podría decir que normal y corriente. Eran las 4:04,  cuando me levanté repentinamente de la cama, de manera automática, no sabría decir el porqué. Pero el hecho es que allí estaba él, el periodista que paseaba nerviosamente por mi habitación. Primero me quedé en silencio, en shock, no creía lo que presenciaba, pero acto seguido grité asustada, tenía miedo de que me hiciera algo. Mi madre acudió a mí preocupada, y simplemente me dijo "solo es una pesadilla cariño".y yo confié ciegamente en sus palabras. No obstante, la situación se repitió unos días más tarde, esa vez era una mujer. La vi reflejada en el cristal de la ventana.  "¿Cómo lo veías si estabas a oscuras?" te preguntarás. Pues, porque estos... entes, se podría decir, traen consigo una especie de luz propia, una luz grisácea, moribunda, que parece resistirse para no convertirse en la nada. Esa mujer tenía el cabello largo y oscuro, su pelo parecía descuidado, maltratado por el transcurso del tiempo. Estaba en una cama grande, y veía como me saludaba lentamente, con una amplia sonrisa en el rostro.
A partir de ese momento, fue cuando noté que algo extraño sucedía, se lo conté a mis amigas, e incluso a mi profesora de Biología, pero nadie me tomó en serio. Muchos creían que lo hacía para llamar la atención, puesto que era el bicho raro del instituto y pocas personas me apreciaban. Y otros me querían mandar al psiquiatra. Pero las presencias nunca me llegaron a abandonar del todo, a veces desaparecían por un largo tiempo pero siempre volvían.
En abril del 2013 conocí una chica especial, ella me creyó, y me advirtió que debía controlarlos, había de hacerlos saber que yo soy más fuerte, porque sino me llevarían a la absoluta locura. Recuerdo como en ese período aparecían cada día. :Una vez vino a verme uno disfrazado, me lo tomé como una burla, parecía decir "tú no puedes hacer nada"con su sonrisa perniciosa. Estaban terminando con mi vida, tenía miedo de dormir, sabía que había la posibilidad de que volverían a visitarme a las 4 a.m, y ya no soportaba más esa tortura. Estuve días enteros sin dormir, pero me vencieron.
En 2014 la cuestión ya iba a más. Podía contactarme con ellos, bueno, solo fue una vez, con Victor. Me levanté como siempre a la misma hora, él estaba ahí, volando encima mío, sonriendo, y yo susurré "Víctor", no me lo dijo, pero sabía que era su nombre, como si se tratara de telepatia. Pero nunca más lo volví a ver, Víctor me transmitió tranquilidad, no le tuve miedo, simplemente era... alguien que no quería perderse en el olvido. Leí una novela que me cambió el punto de vista, me hizo pensar que ellos, no sé bien si son fantasmas, no quieren lastimarme, simplemente se sienten solos y yo... soy la única que los puede ver, bueno, no sé si soy la única, pero sí una excepción.
Después de Victor, no sé como los otros encontraron el modo de poder susurrarme al oído, me susurraban mi nombre y notaba una especie de aliento frío, frío parecido a la muerte, acariciando mi piel. Empecé a preocuparme, y mi madre ya ni me hacía caso. Yo me enfadaba con ella, ¿!cómo no podía confiar en su propia hija!?. Pero luego la entendía, en el momento en el que ella abría los ojos, todo desaparecía.
Pasaron de susurros, a caricias de bajo la manta.Yo sudaba, temblaba de miedo, mi corazón latía a mil por minuto, y sabía que nadie podría ayudarme y darme respuestas. Siempre que notaba su presencia pensaba que aquello era el final. Comprendía su soledad, pero no sé si yo querría hacerles compañía, y de alguna manera, formar parte de ese desamparo.
Estaba fatigada de la situación, ya no podía más, y por ello acabé gritándoles llorando de la frustración de no poder hacer absolutamente nada. Les decía: ¿¡Pero qué queréis de mí!?, ¿¡Por qué no me dejáis en paz!?. La primera vez se lo dije a una niña pequeña, llevaba un oso de peluche en sus manos. Me miró, sonrió irónicamente y se marchó sosegadamente.
Decidí pensar que solo eran sueños, alzaba mi mano a esos objetos  extraños que aparecían (no me atrevía a acariciar ninguno de esos fantasmas) y veía como desvanecían en el vacío, eso me ayudaba de autoconvencerme de que todo eran imaginaciones mías. No obstante, mi otro yo me traicionaba y repetía día tras día "se acerca el final, sabía el destino que me esperaba, no me preguntes cómo.
Así es como amanecí el 1 de enero del 2017, en una oscuridad escalofriante,donde  no hay ni sol, ni luna, ni frío ni calor, no existe ni el bien, ni el mal, solo estoy yo, pero... ¿y ahora quién soy yo?
Oscuridad eterna, me ayudó a descubrir el porqué de todo esto, me hizo reflexionar sobre todo lo que había sucedido.... pero esto, te lo explicaré la próxima vez, Sofía.

-Gregoria