jueves, 15 de junio de 2017

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Palabras chirriantes que se esconden en la boca de mi garganta;

ellas gritan, me recriminan; me suplican por una explicación.

Sin compasión, mi mirada gélida desdibuja la visión de la realidad y poco a poco creo ver los fantasmas de mis propios engaños. Los engranajes que mueven este destartalado cuerpo comienzan a girar automáticamente; mi mente se esconde bajo las mantas de mi prisión.

Palabras resentidas que se suicidan en un nudo silencioso;

si tan solo ellas desaparecieran....

pero un mar de semillas putrefactas se filtran por el mecanismo.

Sin emoción, mi sonrisa oculta el lugar del crimen y poco a poco ni el sol ni el aire se atreven a atravesar el escudo de mi rostro. Los tumores que han invadido este destartalado cuerpo comienzan a germinar; mi oscuridad alimenta una zarza confusa.

La carne se desgarró. No recuerdo que me doliera o que me causara emoción alguna. Entre el agobio y la insensibilidad abrí mi corazón para tan solo encontrar el vacío.

A penas percibo el transcurrir de los días desde entonces pero prefiero flotar en esta niebla plomiza que sentir en mí los tercos rayos de sol; me dan migraña.

La zarza se secó. Recuerdo que su cáscara se convirtió en polvo y las heridas internas en muescas. Entre la tormenta y la calma ahora me pregunto qué es lo que debo hacer.

- Sta. Rigoberta.


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