Don Álvaro de Campos
Sauchiehall
St., 931
G31
3AW Glasgow (Escocia)
8 de octubre del 1931
Madame
Blavatsky
Würzburg, (?)
80331 Würzburg (Baviera)
Würzburg, (?)
80331 Würzburg (Baviera)
Mi querida Helena;
Hace poco me he mudado a la zona oeste de
Glasgow. Lamentablemente, he de dar por perdido mi Oriente y me siento vaciado,
cansado. Me comentó nuestro querido Aleister que seguías en Würzburg lejos del
barbudo Coronel y muerta hace ya tres décadas. Pocos días le puedo dedicar a la
lectura, pero si te permites salir de tus cámaras secretas intenta encontrar el
poemario que mi amigo Fernando ha publicado. Me preocupa algo.
No creo que te suponga molestia alguna
relatarte mis inquietudes, pues sabemos que Fernando se ha movido entre las
sombras del tiempo y dentro del esplendor del Mensaje me agoniza las
premoniciones que ha sufrido.
Camufla entre el orden de sus versos una
preocupante llegada, como aquella de la que hablaba António, pero esta es
peligrosa. Tres veces hay que cantar, dice, al monstruo del fin del mar. Tres
veces hay que cantar, al monstruo del fin del mar. Tres veces, Rey Don Juan,
hay que cantar al monstruo del fin del mar.
Helena, querida, temo que Fernando haya
premonizado la llegada de lo que todos temíamos en la Orden hace ya diecisiete
años. La llegada del Adamastor.
Ruego que me escribas, estés donde estés.
Es importante.
Sator Arepo Tenet Opera
Rotas
Don Álvaro
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Don Álvaro de Campos
Sauchiehall St., 931
G31 3AW Glasgow (Escocia)
16
de octubre del 1931
Madame Blavatsky
(?) , (?)
(?) Baviera (Alemania)
(?) , (?)
(?) Baviera (Alemania)
Mi querida Helena;
Gracias por contestar con rapidez. Tenía una
sospecha escondida de que estuvieses muerta. Veo que estás al tanto del Mensaje
que nos ha dejado Fernando. A mí también me preocupa su estado actual. En la
última carta me comentó sobre el año de su muerte y fumé como en Manchuria.
¿Sabes, Helena, que Aleister ha ido a verle? Ha aprovechado el escándalo del
Mensaje para viajar a Cascais y encontrarse con Fernando en la Boca del
Infierno. Recuerdo cuando estudié los escritos secretos que Sir Frazer dejó
para la Orden que hablaba de la Boca como una de las entradas a Inferno junto
al Gauri Shankar y la Fosa de las Aleutianas. Si uno de los doce gigantes
despertaba seríamos nosotros, la Orden, quienes debiéramos hundir al monstruo
en sus propias profundidades.
Me siento como vaho respirado, esclavo
cardíaco de cada instante que me pisa y unge su huella sobre mi cabeza. Helena,
sería mi mayor deseo poder reunirme contigo cerca de Lisboa. Si es posible, que
también venga tu cuerpo. Le diré a Thomas que he de viajar a Portugal porque
Fernando ha caído enfermo. No creo que me ponga pegas a ello. Últimamente, el
río que atraviesa mi aldea está desbordado. Las aguas del Atlántico norte se
están enfadando y los heraldos locales solo hablan de un viento tropical
residual que ha llegado a nuestras costas. Debemos impedir el despertar de
Adamastor.
Sobre lo que comentas, San Pablo, no creo que
sea él la causa del despertar. Cuando hablé con Fernando dos años después del
Día Triunfal me explicó una teoría de las sirenas que estaba desarrollando un
amigo en Praga: en el silencio se encuentra el conjuro. El último
sortilegio.
Ruego que me escribas, estés donde estés.
Busca el conjuro, por favor.
Sator Arepo Tenet Opera
Rotas
Don Álvaro
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Don Álvaro de Campos
(?),
(?)
(?)
Lisboa (Portugal)
22
de octubre del 1931
Madame Blavatsky
(?) , (?)
(?) (?) (?)
(?) , (?)
(?) (?) (?)
Mi querida Helena;
Gracias nuevamente por contestar y concertar
nuestro encuentro en Lisboa. Me encuentro de camino. Llegaré, con suerte, esta
noche. El tiempo está empeorando y cada vez más rezo a los antiguos dioses para
que no sea el Despertar. Me alegro de que me enviaras la copia del conjuro.
Fernando ya no contesta a las cartas. Ayer anoche, en las noticias salió la
desaparición y posible muerte del ocultista Aleister Crowley. Sé que ha sido un
espectáculo, pero quien realmente me preocupa es nuestro querido Fernando.
Hace diecisiete años, Helena, ¿Te acuerdas?
Fue el Día Triunfal, el día en el que Fernando Pessoa cayó como un peso muerto
sobre la mesita de té de Rose y cuando despertó escribió durante cinco lunas
los siete cantos de la lluvia. Cuando los pudimos leer vino hasta Ricardo desde
Brasil y para qué, si no entendimos nada de lo que decía. ¿Te acuerdas? Se
ilumina la iglesia dentro de la lluvia de este día. Me alegra oír la lluvia
porque ella es el templo encendido. Estaba loco. Pero recuerdo que todo
encajaba. Ahora lo recuerdo… ¿Te acuerdas? Dime que te acuerdas del monstruo.
Dímelo cuando me veas. Es ahí, ahí donde lo vio. Vio al gran monstruo del fin
del mar.
Sator,
Álvaro
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?
(?),
(?)
(?)
(?) (?)
Madame
(?) , (?)
(?) (?) (?)
(?) , (?)
(?) (?) (?)
Mi querida;
Han sido diecisiete años en cinco días lo que
ha tardado la Orden en morir. Me alegra haberte visto una última vez. Tenía
razón Aleister, que en paz descanse, sobre tus treinta años muerta. Lo siento.
No me di cuenta. Creí que era aquel monstruo a quien debíamos enviar a las
profundidades. Hoy tu cuerpo descansa allí. Bajo el mío. Bajo el nuestro.
El Mensaje que me preocupaba no era más que un
pasatiempo. No se trata de nada serio, ¿sabes? No se trataba de nada serio.
Creí que era algo importante y que debía avisarte. Pocos quedábamos en la Orden
y los Doce seguían dormidos. Creía. Cuando Orfeo hablaba de los Doce se refería
a titanes. Cuando Ossian habló de ellos los puso como gigantes. Frazer habló de
la lluvia. Tu hablaste de San Pablo. Hablaste de la lluvia.
Lo siento, he dejado de escribir por un buen
rato. El barco me ha embrujado con el humo de sus chimeneas. Lo he pensado. Sé
qué está pasando. Sé qué hacer. Helena, querida, ¿no lo ves entre sus versos?
Es él. Fue el primer sortilegio quien despertó al Adamastor y será el Mensaje
aquel que augure
Ruego que me escribas, estés donde estés.
Busca el conjuro, por favor.
Sator Arepo Tenet Opera
Rotas
Don Álvaro
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Las cuatro últimas cartas de Don Álvaro a
Madame Blavatsky. Fue el inspector Quaresma quien las encontró envueltas con un
chal negro, a orillas de la Boca del Infierno. Las reportó junto a cinco velas
negras, una carta mágica y un extraño
sombrero que no pintaba nada en la escena del crimen.
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