miércoles, 31 de octubre de 2018

Cuatro cartas


Don Álvaro de Campos

Sauchiehall St., 931

G31 3AW Glasgow (Escocia)



8 de octubre del 1931

Madame Blavatsky
Würzburg, (?)
80331 Würzburg (Baviera)

Mi querida Helena;

Hace poco me he mudado a la zona oeste de Glasgow. Lamentablemente, he de dar por perdido mi Oriente y me siento vaciado, cansado. Me comentó nuestro querido Aleister que seguías en Würzburg lejos del barbudo Coronel y muerta hace ya tres décadas. Pocos días le puedo dedicar a la lectura, pero si te permites salir de tus cámaras secretas intenta encontrar el poemario que mi amigo Fernando ha publicado. Me preocupa algo.  

No creo que te suponga molestia alguna relatarte mis inquietudes, pues sabemos que Fernando se ha movido entre las sombras del tiempo y dentro del esplendor del Mensaje me agoniza las premoniciones que ha sufrido.

Camufla entre el orden de sus versos una preocupante llegada, como aquella de la que hablaba António, pero esta es peligrosa. Tres veces hay que cantar, dice, al monstruo del fin del mar. Tres veces hay que cantar, al monstruo del fin del mar. Tres veces, Rey Don Juan, hay que cantar al monstruo del fin del mar.

Helena, querida, temo que Fernando haya premonizado la llegada de lo que todos temíamos en la Orden hace ya diecisiete años. La llegada del Adamastor.

Ruego que me escribas, estés donde estés. Es importante.



Sator Arepo Tenet Opera Rotas



Don Álvaro




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Don Álvaro de Campos

Sauchiehall St., 931

G31 3AW Glasgow (Escocia)


16 de octubre del 1931

Madame Blavatsky
(?) , (?)
(?) Baviera (Alemania)

Mi querida Helena;

Gracias por contestar con rapidez. Tenía una sospecha escondida de que estuvieses muerta. Veo que estás al tanto del Mensaje que nos ha dejado Fernando. A mí también me preocupa su estado actual. En la última carta me comentó sobre el año de su muerte y fumé como en Manchuria. ¿Sabes, Helena, que Aleister ha ido a verle? Ha aprovechado el escándalo del Mensaje para viajar a Cascais y encontrarse con Fernando en la Boca del Infierno. Recuerdo cuando estudié los escritos secretos que Sir Frazer dejó para la Orden que hablaba de la Boca como una de las entradas a Inferno junto al Gauri Shankar y la Fosa de las Aleutianas. Si uno de los doce gigantes despertaba seríamos nosotros, la Orden, quienes debiéramos hundir al monstruo en sus propias profundidades. 

Me siento como vaho respirado, esclavo cardíaco de cada instante que me pisa y unge su huella sobre mi cabeza. Helena, sería mi mayor deseo poder reunirme contigo cerca de Lisboa. Si es posible, que también venga tu cuerpo. Le diré a Thomas que he de viajar a Portugal porque Fernando ha caído enfermo. No creo que me ponga pegas a ello. Últimamente, el río que atraviesa mi aldea está desbordado. Las aguas del Atlántico norte se están enfadando y los heraldos locales solo hablan de un viento tropical residual que ha llegado a nuestras costas. Debemos impedir el despertar de Adamastor.

Sobre lo que comentas, San Pablo, no creo que sea él la causa del despertar. Cuando hablé con Fernando dos años después del Día Triunfal me explicó una teoría de las sirenas que estaba desarrollando un amigo en Praga: en el silencio se encuentra el conjuro. El último sortilegio. 

Ruego que me escribas, estés donde estés. Busca el conjuro, por favor. 



Sator Arepo Tenet Opera Rotas

Don Álvaro


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Don Álvaro de Campos

(?), (?)

(?) Lisboa (Portugal)


22 de octubre del 1931

Madame Blavatsky
(?) , (?)
(?) (?) (?)

Mi querida Helena;

Gracias nuevamente por contestar y concertar nuestro encuentro en Lisboa. Me encuentro de camino. Llegaré, con suerte, esta noche. El tiempo está empeorando y cada vez más rezo a los antiguos dioses para que no sea el Despertar. Me alegro de que me enviaras la copia del conjuro. Fernando ya no contesta a las cartas. Ayer anoche, en las noticias salió la desaparición y posible muerte del ocultista Aleister Crowley. Sé que ha sido un espectáculo, pero quien realmente me preocupa es nuestro querido Fernando.

Hace diecisiete años, Helena, ¿Te acuerdas? Fue el Día Triunfal, el día en el que Fernando Pessoa cayó como un peso muerto sobre la mesita de té de Rose y cuando despertó escribió durante cinco lunas los siete cantos de la lluvia. Cuando los pudimos leer vino hasta Ricardo desde Brasil y para qué, si no entendimos nada de lo que decía. ¿Te acuerdas? Se ilumina la iglesia dentro de la lluvia de este día. Me alegra oír la lluvia porque ella es el templo encendido. Estaba loco. Pero recuerdo que todo encajaba. Ahora lo recuerdo… ¿Te acuerdas? Dime que te acuerdas del monstruo. Dímelo cuando me veas. Es ahí, ahí donde lo vio. Vio al gran monstruo del fin del mar. 



Sator,

Álvaro




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?

(?), (?)

(?) (?) (?)



Madame
(?) , (?)
(?) (?) (?)

Mi querida;

Han sido diecisiete años en cinco días lo que ha tardado la Orden en morir. Me alegra haberte visto una última vez. Tenía razón Aleister, que en paz descanse, sobre tus treinta años muerta. Lo siento. No me di cuenta. Creí que era aquel monstruo a quien debíamos enviar a las profundidades. Hoy tu cuerpo descansa allí. Bajo el mío. Bajo el nuestro. 

El Mensaje que me preocupaba no era más que un pasatiempo. No se trata de nada serio, ¿sabes? No se trataba de nada serio. Creí que era algo importante y que debía avisarte. Pocos quedábamos en la Orden y los Doce seguían dormidos. Creía. Cuando Orfeo hablaba de los Doce se refería a titanes. Cuando Ossian habló de ellos los puso como gigantes. Frazer habló de la lluvia. Tu hablaste de San Pablo. Hablaste de la lluvia.

Lo siento, he dejado de escribir por un buen rato. El barco me ha embrujado con el humo de sus chimeneas. Lo he pensado. Sé qué está pasando. Sé qué hacer. Helena, querida, ¿no lo ves entre sus versos? Es él. Fue el primer sortilegio quien despertó al Adamastor y será el Mensaje aquel que augure



Ruego que me escribas, estés donde estés. Busca el conjuro, por favor. 



Sator Arepo Tenet Opera Rotas

Don Álvaro




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Las cuatro últimas cartas de Don Álvaro a Madame Blavatsky. Fue el inspector Quaresma quien las encontró envueltas con un chal negro, a orillas de la Boca del Infierno. Las reportó junto a cinco velas negras, una carta mágica y un extraño sombrero que no pintaba nada en la escena del crimen.



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