miércoles, 12 de octubre de 2016

Comunismo cinematográfico 101

Hola de nuevo, bichillos de la red. Hoy he venido a hablar de algo que llevaba pensando bastante tiempo: las representaciones tan positivas que nos han dado diversos directores y escuelas de cine sobre el comunismo, el socialismo y, en general, de todo lo que tiene que ver con el pensamiento marxista.  ¿De verdad os creíais que mi primera entrada iba a ser sobre otra cosa? Ante todo, es una lista bastante personal: las películas que figuran aquí son, en su mayoría, de mis favoritas, y me haría particular ilusión compartirlas con todos vosotros. Dicho esto, vamos al meollo, camaradas.

EL ACORAZADO POTEMKIN (Serguéi M. Eisenstein, 1925)


Si hay alguna película de propaganda ahí fuera, esta es la película de propaganda: casi todo el cine soviético hunde sus raíces en este filme de apenas 77 minutos del ruso Serguéi Eisenstein, uno de los cineastas de las vanguardias rusas que más trascendencia ha tenido hasta nuestros días. La cinta trata la sublevación de los marineros en el puerto de Odesa en 1905, uno de los grandes desencadenantes de la Revolución de ese año que, sin embargo, no culminaría hasta el famoso octubre de 1917. Es una película sumamente curiosa e innovadora, tanto en su guion como en su formato, y aunque aún me queda bastante cine soviético que ver me parece una opción muy interesante para vislumbrar lo que fue 1905 en Rusia y cómo se fue gestando la disconformidad popular que culminó en las Tesis de abril y los grandes movimientos políticos que se fueron dando de forma paralela a la Primera Guerra Mundial. Como dice Frank Turner, "let's be 1905 but not 1917".

Si os interesa, podéis verla aquí, en ruso y con subtítulos en castellano.


LA CHINOISE (Jean-Luc Godard, 1967)


Ay, Godard, Godard. El hombre nos ha dado de todo: desde planos de la cara de Jean-Luc Belmondo que hacen volver a creer en el género masculino hasta el mejor cine socialista francés, pasando por declamaciones y alusiones brillantes en filmes menores como Une femme est une femme (1961) —«Je ne suis pas infâme, je suis une femme !»—; La chinoise es, sin embargo, mi favorita de entre todas las que he visto de este gran icono hipster de la Nouvelle Vague. La película juega con la idea del maoísmo, el socialismo pre-mayo de 1968 y todos los matices que se pueden encontrar en él: un grupo de jóvenes, posiblemente estudiantes en París, se reúnen con cierta asiduidad para comentar lo que leen y comprenden en los grandes textos del comunismo y, concretamente, en el Libro Rojo de Mao. 

Es una película de la que, en realidad, se puede hacer una lectura en clave inminentemente socialista —la cual era la intención inicial de Godard— y, por otro lado, también puede llegar a hacerse en su contra, ya que se encuentra lleno de matices y personajes tan problemáticos como el encarnado por Jean-Pierre Léaud —aquel niño tan monísimo de Les quatre-cents coups de Truffaut, que ahora, en lugar de correr por una playa, lo que hace es preparar mítines marxista-leninistas en una especie de preludio de lo que luego serían las comunas hippies—. Muy en la línea del Godard de finales de los 60 y de interpretaciones diversas y riquísimas, La chinoise es un excelente ejemplo de lo que fue el socialismo ya más alejado del idealismo propagandístico de Eisenstein y que luego se daría de bruces con una situación económica nada favorable apenas una década más tarde.


TIERRA Y LIBERTAD (Ken Loach, 1995)


Nos desplazamos varias décadas en el tiempo y, de nuevo, a una geografía bastante diferente: a esta España que, en el contexto de la película, se encuentra sumergida en la que probablemente fue la guerra más cruenta de su historia. En este contexto se hunde el irlandés Ken Loach para narrar la historia de un viejo brigadista internacional que narra, en documentos descubiertos tras su muerte, los meses que pasó en España luchando contra los fascistas con las grandes amistades que entabló en el bando republicano: comunista convencido, se alista a una milicia del POUM en la que conoce a una serie de hombres y mujeres inolvidables… y bueno, ya podéis imaginar como acaba la cosa. Es un film sencillo, de poca trascendencia dentro de la obra de Loach, pero que sin embargo retrata la Guerra Civil desde el punto de vista del extranjero de una forma bastante única: nada del sentimentalismo de Gernika (Koldo Serra, 2016) y mucho menos del fachorrerío de películas como Encontrarás dragones (Roland Joffé, 2011).


GOOD BYE, LENIN! (Wolfgang Becker, 2003)


O cómo convertir la caída de la República Democrática Alemana en una historia fresca y divertida, y de paso catapultar al bueno de Daniel Brühl al estrellato. Es quizás la película más conocida de esta lista, y no es para menos: es entretenida como ella sola, y en una hora y media hace un viaje con cierto punto satírico por los últimos estertores de la RDA que acaba por agradar a todo el mundo. La trama —luego recuperada de una forma un poco cutre por Martínez-Lázaro para su Ocho apellidos catalanes (2015)— es relativamente sencilla: una mujer, socialista hasta la médula, se queda en coma poco antes de caer el Muro de Berlín y, al despertarse, sus dos hijos tienen que fingir que la República Democrática, el Muro y la Guerra Fría siguen en pie por el bien de la salud de su madre. Si no la habéis visto aún, os invito a hacerlo: el tema no pesa tanto como en las otras películas y, para qué negarlo, Daniel Brühl aquí es la cosita más adorable del universo.


DIARIOS DE MOTOCICLETA (Walter Salles, 2004)


Esta, más que por tratar un tema en relación con el comunismo de forma concreta, está aquí por el maravilloso estudio de personaje que hace de esa figura tan debatida que fue Ernesto Guevara: aquel médico porteño que acabó alzándose en armas y cambiando las esperanzas de prácticamente toda la América Latina empobrecida durante siglos de explotación europea. Y a este Che Guevara y a su joven amigo Alberto Granado los retratan unos estelares Gael García Bernal y Rodrigo de la Serna, poco después de acabar la carrera de Medicina: en dos horas de filme, recorren Sudamérica desde Buenos Aires hasta Perú, pasando por paisajes tan sobrecogedores como el de Machu Picchu o la inmensa cordillera andina, esa ola sempiternal que nunca acaba de fundirse con el océano Pacífico.

Para cuando llega Jorge Drexler cantando, de forma dulce y sosegada, mientras se introducen los créditos, a una ya no le queda corazón que darle a ese García Bernal henchido por sus ideales y las esperanzas para un pueblo entero y cuyos ecos aún se escuchan a día de hoy.


THE TROTSKY (Jacob Tierney, 2010)


Y, como no podía ser de otra forma, acabo esta entrada con una última película, más en clave cómica: The Trotsky, la más reciente de todas y, posiblemente, de las películas que más me ha hecho reír en general. La premisa ya dice bastante: un joven canadiense, de familia judía bastante pudiente, está convencido de que es una reencarnación de León Trotsky y, como tal, se empeña en seguir su vida paso a paso. Es en este intento de recrear las vivencias de Trotsky en pleno siglo XXI —en impresionar a una mujer siete años mayor que él, en sus mítines en el patio de un colegio privado, en las miradas escépticas de su familia tan prototípicamente judía— donde reside la pura carcajada de esta película. Es ligera, agradable, y sumamente entrañable: a este León de diecisiete años, encarnado por Jay Baruchel, dan ganas de darle poco más que unas palmaditas en la cabeza y una edición bien comentada de El capital.


Llegamos al final de la entrada. Espero que haya podido ser entretenida, esclarecedora en alguna forma o simplemente informativa: yo, por mi parte, me lo he pasado de maravilla haciendo una lista de películas y añadiendo o descartando según avanzaba. En cualquier caso, cuando menos espero que al menos os haya entretenido un rato en el metro o en el bus volviendo de clase. ¡Nos leemos, camaradas!


— Gerda.

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