viernes, 11 de noviembre de 2016

Una inocente vampira

Ser vampira era mucho más aburrido de lo que la Eleonor humana hubiera supuesto. En los libros las vampiresas siempre van con largos y elegantes vestidos y el sexo o las orgías llenas de sangre son la norma del día, o, en este caso, de la noche. Sin embargo, tras cien años chupando sangre, Eleonor solo tenía un vestido mínimamente aceptable, y, por si fuera poco, seguía siendo virgen. Claro que esto último cambió cuando conoció a B., pero no debemos adelantarnos a los hechos.
Eleonor nunca había destacado por la belleza, y, en contra de lo que dice Stephanie Meyer, cuando se volvió una chupasangre siguió sin destacar, quizá incluso menos. No puede favorecer a nadie tener la piel de un blanco tirando a gris, colmillos largos y algo torcidos y unas ojeras dignas de un adolescente con un videojuego nuevo.
 Si Eleonor tuviera que elegir lo peor de ser una vampiresa no serían las interminables reuniones de los VUCMI[1], terriblemente parecidas a las de los alcohólicos anónimos, ni el deseo irrefrenable de chupar los tampones de los baños públicos. No. Sería tener que soportar durante cien años ese tedio horrible y apático que la perseguía hiciera lo que hiciera. Un siglo de aburrimiento podía convertir en psicópata a cualquiera, aunque fueras un VUCMI. Pero Eleonor tenía un plan para escapar de el tedio de una vez por todas. Y sí, B. estaba implicado en él.
De modo que quizá ya sea hora de que os explique quién es B. y por qué esta inicial no para de aparecer en esta historia. B. y Eleonor se conocieron a través del blog del chico. Tras un siglo de anonimato, la  vampira no pudo evitar corregir todas las chorradas que el chico soltaba en su página: que los vampiros brillaban, que eran enemigos de los hombres lobo, que el sol no les molestaba (ya le gustaría a ella). Y para sacar al pobre chico de su error, Eleonor no tuvo reparos en presentarse en su casa. Allí descubrió dos cosas: que en realidad el chico no creía nada de eso sino que solo escribía fanfiction de Crepúsculo (por muy triste que suene) y que los fans de Bella asustados pueden ser terriblemente atractivos.
Eleonor no tardó en obsesionarse en esos ojos de cervatillo a punto ser cazado e hizo todo lo que pudo para conquistarlo. Su plan A fue adoptar la actitud del protagonista de los conocidos libros juveniles. Pero tuvo que cambiar rápidamente de estrategia: visitarlo noche tras noche sin decir nada y seguirlo en los sitios menos pensados para decirle "aléjate de mí, yo no soy buena para ti" no era, sin duda, el mejor plan. De modo que pasó a intentar hacerse amiga del chico, mientras este le intentaba hacer ver que la frase "no podemos hacer el amor, soy demasiado fuerte. Te haría daño" era increíblemente absurda ya que ella ni siquiera podía abrir una bolsa de patatas sin pedir ayuda y nadie había sugerido hacer el amor. Pero eso no tardó en cambiar: lentamente B. fue enamorándose de la chica rarita que le perseguía por todos lados y por suerte para todos, no hubo necesidad de pasar el plan C, cuyo contenido ignoro.
Lentamente, lo que había empezado siendo una historia de malentendidos y acoso, se fue convirtiendo en una casi perfecta historia de amor. Casi porque a Eleonor le daba miedo los VUCMI no vieran con buenos ojos su relación con B. (podían ser muy quisquillosos si querían). Por eso Eleonor decidió esconderse con B. en un viejo y abandonado restaurante de comida rápida del centro.
Por primera vez desde su muerte, Eleonor podía considerarse feliz: sus noches transcurrían en un sin fin de besos con un ligero sabor a sangre y de susurros de amor prohibido.  Pero esa felicidad no tardó en evaporarse tan rápido como había llegado, y con ella, las esperanzas que Eleonor tenía puestas en ese intento de historia de amor. El aburrimiento hizo, de nuevo, una entrada triunfal en la vida de la chica y, como siempre, parecía prometer no irse jamás. Toda la culpa era de B., quien harto de esconderse entre kétchups y freidoras, se pasaba el día de morros y deprimido. Las palabras de amor eran cosa del pasado e incluso era difícil que B. pronunciara algo más que un mal humorado monosílabo.
Eleonor, intentando escapar de ese mal humor con ojos y patas, empezó a ir al mayor número de reuniones de los VUCMI posible (donde había un par de vampiritos muy monos, como Filipo, el de los colmillos brillantes) y a frecuentar las bibliotecas y las aulas de las universidades, donde la vampira descubrió que B. no era el único chico con esos irresistibles ojitos de conejito a punto de ser descuartizado. De repente, la muerte en vida de Eleonor se volvió muchísimo más divertida. Le encantaba perseguir a esos chicos con cara de estar perdidos hasta que caían en sus redes, y, entonces, perderse en un único y apasionado beso con sabor a sangre.
Por primera vez, Eleonor descubrió que ser una vampira podía ser algo terriblemente genial. Le era imposible evitar reírse en las reuniones de los tristes de los VUCMI: aquellos hippies no sabían lo que se perdían.  En esos momentos Eleonor incluso se hubiera atrevido a decir que era feliz si no fuera por un pequeño detalle: el gruñón de B. El chico parecía sorprendentemente molesto de las continuas ausencias de su novia y reclamaba su atención.
Ahora que la vampiresa tenía un poco más de experiencia en el amor, se dio cuenta de que estaba harta de B. y de todo lo que se había perdido por su culpa: odiaba a ese chico obsesionado con Bella Swan  y sus ojos tristes que solo sabían expresar miedo y rencor. Y quizá por eso, en las contadas veces que se besaron, Eleonor no pudo evitar centrarse en la sangre y los mordiscos, y olvidarse de los besos y el amor. Hasta que finalmente B. (o lo que quedaba de B.) dejó de ser un problema.
La vampira, sin embargo, no se dio cuenta que eliminando a B. de su camino, estaba creándose un problema mucho más grande: los VUCMI no verían con buenos ojos todo lo que ella había hecho, y, pese a todos sus cuentos pacifistas, podían ser muy sádicos cuando se trataba de castigar a una vampira culpable.






[1] Vampiros Unidos Contra Morder Inocentes

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