miércoles, 26 de abril de 2017

¡Pan!


¿En qué piensas?


Eeeem... en nada en concreto.



Llevas diez minutos mirando esa miga de pan, la que se te ha caído cuando desayunabas. Dime, ¿en qué piensas?



No tiene sentido que te lo explique. Lo sabes perfectamente, lo que pienso.



Ya. pero es mejor que lo digas tú. 
Desembucha.



No sé que hacer con mi vida...



No, eso no es lo que te pasa. Di la verdad.



Pero... ¡Es verdad! Tengo miedo... todo el mundo sabe lo que quiere hacer... están predestinados a hacer algo. Yo... yo no tengo ningún tipo de pasión. Ni oficio, ni beneficio. Nada de nada.



No digas tonterías. 

Primero, no me seas egoísta. Diciendo esto, estás asumiendo que solo TÚ estás sufriendo. 
Segundo, esa negatividad... parece que llames a gritos que necesitas atención. 
Claro que tienes pasiones, no te las niegues, porque entonces sí que dejarás de tenerlas.


Es que todo el mundo parece tan seguro, confiado, decidido... yo me aburro en el presente, en la cotidianidad, el día a día... y no miro más allá: no aspiro a nada.



Eso lo haces porque tú quieres. Eres muy capaz de conseguir lo que te propongas. Tu problema es que te has acomodado demasiado bien en el flujo del presente. 

No aspiras a nada porque no quieres, eso es lo que quiero decir... Vamos, que la pereza te puede.


No es pereza... ¡es miedo!



Es pereza.



… ¡miedo! Miedo al fracaso.



De acuerdo, eso te lo acepto. Es pereza y cobardía. 



¿por qué eres así? Me estás haciendo sentir peor...



Soy así por tu culpa. Si sigues así, te acabarás hundiendo de verdad. No serás nada, una miseria. Serás como esa miga de pan que tanto miras y que ahora estás desmigajando todavía más. Serás un resto de lo que eres, un fragmento de lo que fuiste... Del mismo modo que una miga fue pan.


¡No quiero ser una triste miga! ¿qué debo hacer? ¿por dónde empiezo? 



No lo sé, eso lo tienes que descubrir tú. Por mi parte, no puedo hacer nada más. 
Yo ya he cumplido. 


Entonces, te dedicas a criticarme por mis acciones, o... mis no-acciones y luego dices que no puedes hacer nada, que no sabes como arreglarme. Eso es contradictorio. ¡Es injusto!



¡¿Injusto?! 
Si te digo que no puedo hacer nada ¡es porque no depende solamente de mí! ¡No voy a empujar solamente yo el carro! Ya lo he hecho durante demasiado tiempo... E inútilmente. 
No puedo ayudarte porque hay un obstáculo que me lo impide: y ese obstáculo ¡eres tú! 
  

Vale, vale... lo intentaré.



No, ''lo intentaré'', no. Lo harás. 
Por nuestro propio bien.




Y así, colocó su dedo índice encima de los restos del pan y presionó hasta que se adhirieron todos. Se levantó y a continuación se dirigió con paso ligero hacia la cocina. Allí, se posicionó delante de la basura y con la punta del pie, presionó la palanca que abría la tapadera y, antes de tirar la miga desmenuzada, murmuró: 


No permitiré convertirme en una miga de pan. No soy una miga ¡SOY PAN! 


Dejó que los pedazos se desprendieran lentamente del índice y, finalmente, con un golpe cargado de energía, cerró la tapa de la basura.

- Alice.

martes, 25 de abril de 2017

La rosa efímera

23 de abril, la fecha más esperada para algunxs, y el día como cualquiera para otrxs, yo, soy del segundo grupo. San Jordi está bien, las rosas son bonitas, los libros son satisfactorios, y los regalos entusiasman. Pero en este año no me apetecía salir a ver las paraditas de la rambla, ni me apetecía observar a parejas felices andando con rosas en cada mano, mas sabiendo que yo no iba a recibir ningún regalo. Digamos que me resultaba indiferente ver como  Paseo de Gracia estaba a reventar de gente contenta, con paraditas de libros que no podía permitirme comprar, y rosas, que a medida que transcurría el día, decaían.

Además, también era el día del libro, y a mi pues, me apetecía leer un libro nuevo, deleitarme con cada una de sus palabras, y olvidarme de todo lo que me rodeaba. El día del libro tendría que ser para aprovechar el tiempo libre para perdernos en ese mar de historias ficticas y saborear cada uno de sus punto y coma. Decidí leer en el jardín de casa, con la gata acariciándome y ronroneando pidiendo cariño, y las “canciones” incomprendidas de los pájaros de fondo. Antes debía sacar la basura, sí, tanto romanticismo no podía ir muy lejos, siendo yo la que lo escribe.  Me vi dispuesta a ir a tirar esa bolsa llena de cosas que nos fueron útiles y  agradables en su momento, pero que ya nadie quería: como la rosa cuando muere y ya no conserva su rojo vivo. Y por mi sorpresa, me encontré una rosa justo en la ventana de mi habitación. Y yo pensé “la primera rosa que recibo en San Jordi, y no sé si se la ha dejado alguien o si realmente es para mi... bah, tampoco te alucines -me dije- seguro que se habrán equivocado”.  Pero mi espíritu princesa disney no me dejó ser darks y decidí cogerla, la esperanza es lo último que se pierde. Me fije detenidamente en la rosa, puesto que me pareció ver algo escrito en uno de sus pétalos, y ciertamente, tenía razón, ponía “Sí, es para ti”. No sabía si emocionarme porque eso era muy de película romántica, o echar a correr. Pero no, “¡qué cojones!” por una rosa que recibo en mi vida... ¡me la quedo!. Eso era muy extraño, demasiado, pero yo era feliz, dejé la rosa en casa y salí a sacar la basura como si de una bolsa  de diamantes se trata, estaba más contenta que Blancanieves cantando.  Por el camino pensaba en quién iba a ser el misterioso de mi lista de admiradores invisible. Quizá era un acosador. No sé, me daba igual. Porque simplemente me había tomado aquello como algo ficcional, como si yo perteneciera a un cuento de esos con final feliz.


Al volver a casa fui al jardín, esperando cumplir mi único objetivo de ese San Jordi: leer. Pero vaya, ese admirador/desconocido-misterioso me había  chafado mi plan, no podía concentrarme en la lectura, pues solo pensaba en quién podía ser, y no me concentraba en lo que me contaba la señora en la historia.


Observaba la rosa y pensaba en que aquella era la flor más bella que había visto jamás, tanto por su rojo intenso, sus pétalos relucientes, y su significado. Aquella rosa me había devuelto las ganas de ilusionarme por algo, me hizo pensar en que yo puedo ser interesante para alguien. Mi autoestima se recogió ella misma del suelo y se reformuló.
Sinceramente, me moría de ganas por saber quién había sido, y qué rostro tenía, pero al mismo tiempo no quería conocerlo: quería mantener la chispa, la llama del misterio, era una tortura placentera. La ilusión y la imaginación era lo más bonito que me había entregado esa persona.
Al final, cansada de tanto pensar y darle vueltas ese misterio irresoluble, me perdí en la lectura de esa historia de mares y brujas.
Al día siguiente -pobre de mí- me levanté más temprano que los días festivos anteriores, pues, volvía a la temerosa rutina universitaria. Iba ponerme guapa, pero beh, qué pereza, “si en realidad solo deseas volver a casa y eso que aún no has ni salido”. Pero bueno, superé mi yo perezoso y  decidí ir.
Me iba a ir de camino a la estación cuando me encontré  con algo en la ventana de casa. “Te estás empezando a hacer pesado, eh” dije sonriendo. Ésta vez era un libro , “Lo efímero” de Lara Redson. Dentro había escrito algo:
Espero que este libro no te resulte tan efímero como el pintalabios que a veces llevas, la rosa que te regalé, o como la vida misma. Disfruta sin prisa de estas historias, sin pensar en que en algún momento terminarán, y trata de verte como una de las protagonistas, que yo, si quieres, te acompañare en tus aventuras.

Recuerda que lo efímero es lo que nos mantiene vivas, lo que nos hace ilusionarnos por la vida.  quizá debamos empezar a disfrutar el vivo recuerdo de estas sensaciones experimentadas, y no lamentarnos por no ser eternas. Te aseguro que si lo fueran, no las valoraríamos  como hacemos ahora, ni nos harían tan felices. 

-Ella
“¿Ella? Vaya, pues... rectifico lo anterior dicho: "pesada”. Sonreí como una niña pequeña, sabiendo que tenía las mejillas más rojas que la rosa de ayer. "Trataré de seguir tu consejo, "ella",-¿ o debería decir "tú"?- pero aviso: soy muy impaciente.

-Gregoria



miércoles, 19 de abril de 2017

Emma va al cine

Las pelis de miedo y yo no nos llevamos demasiado bien. Bueno, yo no me llevo bien con ellas: me parece que ver una peli simplemente para pasarlo mal es absurdar y precisamente por eso siempre las he evitado a toda costa. Hasta el sábado pasado.

En ese cálido y feliz sábado de semana santa, mi familia y yo, que ibamos en el coche un pelín perdidos, descubrimos un cine. Tengo una ligera obsesión con los cines en general, que en las vacaciones alcanza un nivel crítico, en especial desde que han cerrado el videoclub y el cine del sitio donde veraneamos. Así pues, mis ojos no podían creer que allí, en medio de la nada, hubiese uno. Tan cerquita del piso. Cuando mis padres propusieron ir a ver una peli estaba sin habla de la incredulidad. En especial porque mi madre no comparte para nada mi amor por el cine, al contrario.

Esta se dirigió con pasos seguros hacía la taquilla. "Vamos a ver lo que hagan primero", chilló mientras todos intentábamos alcanzarla. Los cuatro nos quedamos mirando en silencio la cartelera, buscando sin demasiada suerte un título familiar. Mi padre propuso ir a ver la del "Bebé jefazo", pero mi madre, mi hermana y yo fingimos no escucharle. La única peli que hacían a esa hora (a parte del Bebé pesao ese) era Life. De repente me acordé de que había visto el tráiler con mi novio y que habíamos dicho de ir a verla: unos astronautas en su nave espacial. Nada de qué preocuparse.

O eso pensaba hasta que la señora de la taquilla nos preguntó si todos teníamos más de doce años. (Sip, en un mes haré veinte años pero hay gente que me pregunta si ya tengo los doce.)Entonces las alarmas de cabeza empezaron a retumbar, pero una parte de mi seguía siendo optimista: había visto un montón de carteles por Barcelona y los tres protagonistas parecían contentos y felices:



Claro que, por mala suerte, no había que la peli tenía un segundo cartel:


No hace falta que os diga que lo pasé fatal. De verdad, no estoy hecha para esta clase de películas. Mi hermana pequeña aún se ríe de mí: me pasé media peli abrazada a ella con más fuerza con un pulpo. Realmente no es una peli que te haga pasar miedo, sino que es de esas que te hacen pasarlo mal. El argumento es simple: seis astronautas están en una nave donde investigan la posibilidad de que haya vida en Marte, que la hay y, sea dicho de paso, es muy mala. Creo que lo que me hizo pasarlo tan mal (hasta el punto que temblaba) fue el hecho de que estubieran encerrados como conejos en una nave en medio del espacio...

Salimos del cine en shock.  Mi hermana fingía estar alegre, pero en realidad había pasado tanto miedo como yo. Mi padre no paraba de murmurar lo bien que nos lo habríamos pasado viendo la peli esa del bebé. La única que salió realmente contenta fue mi madre. Le había encantado la peli, la bióloga que hay en ella no paraba de dar palmaditas, mientras que yo, apretando aún los dientes de los nervios, sabía que no podría comer calamares o pulpos en mucho tiempo...

Pero bueno, que la peli no está nada mal. Que casi me provoque un infarto demuestra, sin duda, que cumple con su absurdo propósito de dar miedo y crear suspense. Si sois de los que difícilmente empatizan con los personajes, adelante, vedla.


Aquí tenéis el tráiler. Por lo visto debí quedarme dormida, o algo, porque, aunque enseña muy poco,  deja bastante clarito de que va la cosa.

La próxima vez haré caso de mi padre...