viernes, 11 de noviembre de 2016

Una inocente vampira

Ser vampira era mucho más aburrido de lo que la Eleonor humana hubiera supuesto. En los libros las vampiresas siempre van con largos y elegantes vestidos y el sexo o las orgías llenas de sangre son la norma del día, o, en este caso, de la noche. Sin embargo, tras cien años chupando sangre, Eleonor solo tenía un vestido mínimamente aceptable, y, por si fuera poco, seguía siendo virgen. Claro que esto último cambió cuando conoció a B., pero no debemos adelantarnos a los hechos.
Eleonor nunca había destacado por la belleza, y, en contra de lo que dice Stephanie Meyer, cuando se volvió una chupasangre siguió sin destacar, quizá incluso menos. No puede favorecer a nadie tener la piel de un blanco tirando a gris, colmillos largos y algo torcidos y unas ojeras dignas de un adolescente con un videojuego nuevo.
 Si Eleonor tuviera que elegir lo peor de ser una vampiresa no serían las interminables reuniones de los VUCMI[1], terriblemente parecidas a las de los alcohólicos anónimos, ni el deseo irrefrenable de chupar los tampones de los baños públicos. No. Sería tener que soportar durante cien años ese tedio horrible y apático que la perseguía hiciera lo que hiciera. Un siglo de aburrimiento podía convertir en psicópata a cualquiera, aunque fueras un VUCMI. Pero Eleonor tenía un plan para escapar de el tedio de una vez por todas. Y sí, B. estaba implicado en él.
De modo que quizá ya sea hora de que os explique quién es B. y por qué esta inicial no para de aparecer en esta historia. B. y Eleonor se conocieron a través del blog del chico. Tras un siglo de anonimato, la  vampira no pudo evitar corregir todas las chorradas que el chico soltaba en su página: que los vampiros brillaban, que eran enemigos de los hombres lobo, que el sol no les molestaba (ya le gustaría a ella). Y para sacar al pobre chico de su error, Eleonor no tuvo reparos en presentarse en su casa. Allí descubrió dos cosas: que en realidad el chico no creía nada de eso sino que solo escribía fanfiction de Crepúsculo (por muy triste que suene) y que los fans de Bella asustados pueden ser terriblemente atractivos.
Eleonor no tardó en obsesionarse en esos ojos de cervatillo a punto ser cazado e hizo todo lo que pudo para conquistarlo. Su plan A fue adoptar la actitud del protagonista de los conocidos libros juveniles. Pero tuvo que cambiar rápidamente de estrategia: visitarlo noche tras noche sin decir nada y seguirlo en los sitios menos pensados para decirle "aléjate de mí, yo no soy buena para ti" no era, sin duda, el mejor plan. De modo que pasó a intentar hacerse amiga del chico, mientras este le intentaba hacer ver que la frase "no podemos hacer el amor, soy demasiado fuerte. Te haría daño" era increíblemente absurda ya que ella ni siquiera podía abrir una bolsa de patatas sin pedir ayuda y nadie había sugerido hacer el amor. Pero eso no tardó en cambiar: lentamente B. fue enamorándose de la chica rarita que le perseguía por todos lados y por suerte para todos, no hubo necesidad de pasar el plan C, cuyo contenido ignoro.
Lentamente, lo que había empezado siendo una historia de malentendidos y acoso, se fue convirtiendo en una casi perfecta historia de amor. Casi porque a Eleonor le daba miedo los VUCMI no vieran con buenos ojos su relación con B. (podían ser muy quisquillosos si querían). Por eso Eleonor decidió esconderse con B. en un viejo y abandonado restaurante de comida rápida del centro.
Por primera vez desde su muerte, Eleonor podía considerarse feliz: sus noches transcurrían en un sin fin de besos con un ligero sabor a sangre y de susurros de amor prohibido.  Pero esa felicidad no tardó en evaporarse tan rápido como había llegado, y con ella, las esperanzas que Eleonor tenía puestas en ese intento de historia de amor. El aburrimiento hizo, de nuevo, una entrada triunfal en la vida de la chica y, como siempre, parecía prometer no irse jamás. Toda la culpa era de B., quien harto de esconderse entre kétchups y freidoras, se pasaba el día de morros y deprimido. Las palabras de amor eran cosa del pasado e incluso era difícil que B. pronunciara algo más que un mal humorado monosílabo.
Eleonor, intentando escapar de ese mal humor con ojos y patas, empezó a ir al mayor número de reuniones de los VUCMI posible (donde había un par de vampiritos muy monos, como Filipo, el de los colmillos brillantes) y a frecuentar las bibliotecas y las aulas de las universidades, donde la vampira descubrió que B. no era el único chico con esos irresistibles ojitos de conejito a punto de ser descuartizado. De repente, la muerte en vida de Eleonor se volvió muchísimo más divertida. Le encantaba perseguir a esos chicos con cara de estar perdidos hasta que caían en sus redes, y, entonces, perderse en un único y apasionado beso con sabor a sangre.
Por primera vez, Eleonor descubrió que ser una vampira podía ser algo terriblemente genial. Le era imposible evitar reírse en las reuniones de los tristes de los VUCMI: aquellos hippies no sabían lo que se perdían.  En esos momentos Eleonor incluso se hubiera atrevido a decir que era feliz si no fuera por un pequeño detalle: el gruñón de B. El chico parecía sorprendentemente molesto de las continuas ausencias de su novia y reclamaba su atención.
Ahora que la vampiresa tenía un poco más de experiencia en el amor, se dio cuenta de que estaba harta de B. y de todo lo que se había perdido por su culpa: odiaba a ese chico obsesionado con Bella Swan  y sus ojos tristes que solo sabían expresar miedo y rencor. Y quizá por eso, en las contadas veces que se besaron, Eleonor no pudo evitar centrarse en la sangre y los mordiscos, y olvidarse de los besos y el amor. Hasta que finalmente B. (o lo que quedaba de B.) dejó de ser un problema.
La vampira, sin embargo, no se dio cuenta que eliminando a B. de su camino, estaba creándose un problema mucho más grande: los VUCMI no verían con buenos ojos todo lo que ella había hecho, y, pese a todos sus cuentos pacifistas, podían ser muy sádicos cuando se trataba de castigar a una vampira culpable.






[1] Vampiros Unidos Contra Morder Inocentes

miércoles, 9 de noviembre de 2016

De naranjas y locas del coño.

Sé que, probablemente, esta entrada no os suponga una sorpresa. Sé que, probablemente, hay cientos de analistas políticos de toda suerte de nacionalidades, tendencias políticas, sexos o edades que estén especulando sobre las consecuencias que van a tener las elecciones americanas en el panorama tanto nacional como internacional sabrán mucho más que yo al respecto: los hay llevándose las manos a la cabeza y los hay calculando a pasos de hormiga lo que puede suceder de aquí a seis meses, un año, dos, tres. Puede que incluso a la larga, cuando Trump sea otro nombre en el ya negro libro de los presidentes americanos —un libro curioso, en el que figuran desde actores a la Santa Trinidad de jefes de Gobierno que han sido asesinados de las formas más dispares en los últimos doscientos años—, quede olvidado como una etapa más de la Historia de ese país que hoy es la primera potencia económica de este pequeño planeta en el que vivimos. Pero, sin duda alguna, la campaña del odio y absolutamente chovinista de ese señor de pelo relativo y piel anaranjada va a tener unas consecuencias más que inmediatas en la cultura, la apariencia internacional de los Estados Unidos y, sobre todo, en las continuadas agresiones hacia las minorías del país que ha ido propugnando el candidato republicano desde que comenzó su campaña para las Primarias el pasado año.

Y es que Trump no es solo populismo conservador. La campaña de Hillary —con todos los errores que ha cometido, también sea dicho— llevaba por bandera la idea de que cualquier niña americana podría, antes o después en sus vidas, llegar a ser presidenta. El mensaje de Trump es absolutamente demoledor en este sentido: es un grito de esperanza para todos esos frat boys, protestantes y de clase media-alta, que convencen a una chica para que beba un poco más, solo porque lleva la falda demasiado corta. Esos frat boys henchidos que, con la victoria de Trump, han aprendido que un día pueden llegar a ser Presidentes de la primera potencia mundial aunque abusen sexualmente de chicas en su juventud, aunque reivindiquen políticas homófobas, misóginas, racistas y xenófobas ante una clamorosa multitud deseosa de cambio, aunque hasta los sectores más conservadores de su Partido se lleven las manos a la cabeza con sus declaraciones. Y, sobre todo, que un millonario sin ningún tipo de experiencia política puede hacer suyo un país entero. Ha quedado demostrado que si una mujer como Hillary Clinton, blanca y de más de treinta años de experiencia política, no ha conseguido llegar a la Presidencia del Gobierno, puede ser que ninguna llegue hacerlo jamás.

Esas mujeres americanas, pero que bien podríamos ser las españolas, las francesas, las turcas, las indias, las mexicanas o las japonesas. En cierto modo, todas salimos perdiendo de esta situación: igual que todos y cada uno de los miembros del colectivo LGTBQ+, extranjeros o personas de distintas razas de la blanca que vivan en Estados Unidos o tengan intención de hacerlo. Si Chomsky ya apuntaba en Requiem for an American Dream que este «sueño americano» que ha nutrido el imaginario americano a lo largo de los años no es sino una ilusión con la que han vivido los yanquis altivos de clase media durante los últimos cincuenta años, para todos estos colectivos este sueño se torna más bien en una pesadilla. La pesadilla de ser rechazados en entrevistas de trabajo, de no poder acceder a programas de becas, de ser víctimas de la exclusión social, de sufrir vejaciones en sitios tan arbitrarios como el metro, el autobús o el parque de su barrio. Esa es la América de Trump: una América hecha para ser el paraíso de cualquier WASP —White Anglo-Saxon Protestant, lo cual llega a picar más que una simple avispa— y en la que ejercer el miedo y la sumisión sobre el resto de la población.

Como mujer, tengo que decir que esta situación es, como poco, escandalizadora. No porque Estados Unidos no fuera un país inminentemente machista antes de que apareciera Trump —hay una media de 288.880 víctimas de abusos sexuales de doce años o más al año*—, ni siquiera por el hecho de haber dejado escapar la posibilidad de que una mujer dirigiera la primera potencia mundial: tiene más que ver con ese argumento que emplean aún algunos respecto al feminismo y las tesis reivindicadas por diversas mujeres, de esas a las que hay que admirar casi como madres, a lo largo de los años. Es esa pregunta tibia, casi condescendiente: ¿Y para qué eso del feminismo? A ti nadie te va a matar, tienes una casa y puedes estudiar, no te quejes.

No te quejes, que bastante estoy haciendo tolerando tu presencia en esta aula. No te quejes, que ya no te tratamos como un objeto sexual, al menos en apariencia. No te quejes, que tienes trabajo, aunque cobres menos que tus compañeros hombres en la gran parte de los casos. No te quejes, que si te acuestas con muchos eres una zorra y si no te acuestas con ninguno eres una estrecha. No te quejes, que por mucho que pidas, no vas a llegar a tomar decisiones de peso, ilusa, que eres una ilusa. Eso es lo que se empeñan en decir algunas voces —más de las que me gustaría reconocer—: se escudan en ese «no te quejes» para esconder un machismo latente y que sale a flor en cuanto las cosas se tensan mínimamente. Un machismo que se evidencia en insultos, en burlas, en gritos, o en vejaciones físicas en los casos más extremos. Lo mismo que ha reivindicado Donald Trump en diversas ocasiones: la más reciente que se conoce, al afirmar que él, llegado el caso, no tiene reparos en agarrar a una mujer de sus partes más íntimas y hacer lo que le plazca con ella.

Así, sin darnos cuenta, Trump está dando voz a todos estos machos enfurecidos que por fin —¡como si no hubieran tenido ocasiones a lo largo de la Historia!— han encontrado su voz de nuevo. Atrás quedan los reproches a las ideas «demasiado cercanas al comunismo» —citando a una reportera de Fox News; por supuesto, el canal que le ha hecho toda la campaña a Trump de forma gratuita— de Bernie Sanders, quien ahora «podría haber sido buen candidato» solo por el hecho de ser hombre. Atrás quedan las acusaciones de corrupta a Hillary, esos mails de lo que no se ha parado de hablar desde que se empezó a intuir que podría presentarse como candidata con el Partido Demócrata. Ahora estamos solos frente al peligro de cuatro años siendo los títeres de alguien como Donald Trump. 

Las consecuencias de todo esto las sabremos con el tiempo: solo cabe apuntar que, además de lo desolador del discurso del odio de su candidato, el Partido Republicano no se caracteriza por hacer buen uso del poder legislativo cuando lo obtiene. La última vez que obtuvieron los tres grandes órganos de Gobierno en unas elecciones —esto es, la Casa Blanca, la House of Representatives y el Senado— fue en 1928: lo que le siguió, como se dice, ya es Historia. Como decía Kennedy, "things do not happen, things are made to happen". Y en este caso, los estadounidenses han hecho que se desencadene un fenómeno político y social que quizás tan solo sea una mancha diminuta en la Historia de su país, pero que sin duda constituirá un antes y un después en la vida de toda mujer, persona de color, del colectivo LGTBQ+, o mínimamente progresista que haya pasado los últimos meses luchando por lo que en última instancia, hace tan solo unas horas, no han podido evitar.

Land of the free, home of the brave. ¿Pero por cuánto tiempo?


Gerda.

*Department of Justice, Office of Justice Programs, Bureau of Justice Statistics, National Crime Victimization Survey, 2010-2014 (2015).

domingo, 6 de noviembre de 2016

Las pesadillas de Alice I


Ya que nada más he publicado dos entradas yo sola, he decidido compensaros abriéndome un poco con vosotros y confesando mis mayores pesadillas. Y si, queridos amigos, esto será una serie. Pero no os preocupéis: solo habrá dos partes porque mira, soy especialita y tengo pocas fobias (además, por circunstancias personales, voy a tener que obviar una).

Vamos al tema:los que me conocéis (O habéis leído mi presentación) sabéis que todo lo paranormal me fascina – incluso obsesiona, diría yo-. Pensaréis que por donde estoy dirigiendo mi argumento, mis peores miedos están relacionados con eso, hechos paranormales y fantasmas... ¡PUES NO! Es más bien todo lo contrario: creo que tengo los miedos más mundanos que se podrían encontrar. Ahora os presentaré uno que marcó mi infancia y que tengo medio superado (creo que ha sido al darme cuenta de lo surrealista y absurdo que es). Madre mía, no se ni como presentarlo... ahí va: tengo (o tenía) un trauma enorme con el váter. Sí, el váter o el wc o como quieras llamarlo.
El pensamiento de tirar de la cadena y que empiece a subir el agua sin parar, acompañado de un sonido grave y fuerte, no poder pararlo, intentar salir corriendo pero no poder porque la puerta está trancada... nopuedonopuedonopuedo.
Se que esta fobia no tiene mucho sentido – incluso, haciendo una búsqueda por el señor google, he descubierto que la «fobia a la cadena del váter» es algo que solo comparto con los perros, pero creedme, cuando os explique dos posibles orígenes (uno creo que tiene más sentido que el otro) me entenderéis.

Como soy así de guay, empezaré por el génesis más reciente (quien dice reciente, dice hace diez u once años). El lugar del suceso, fue Cerdeña, concretamente en un restaurante de esos refinados y demasiado sofisticados a los que nunca me acostumbraré. Si no lo habéis adivinado, era un viaje familiar (un poco lógico, porque ¿qué haría una Alice de ocho años en una isla italiana y sola?). El caso es que estábamos comiendo y a la pequeña Alice le vino la necesidad de hacer un río, y ella acompañada por su madre, se dirigieron al también sofisticadísimo baño italiano. Porque si, era tan moderno como la comida: grifos con sensor, secadores con sensor, luces con sensor, ah y... váteres con sensor. Supongo que ya veis por dónde va la cosa, ¿no? La madre de Alice y Alice se fueron cada una a su respectivo váter. Hasta aquí todo bien, hasta que Alice... bueno, voy a dejar de hablar en tercera persona ya: me senté en el trono de porcelana. ¿Qué pasó? Que mi trasero de seis años no era suficientemente grande para el superficial y estricto sensor del váter y la cadena decidió ir funcionando continuamente. Pensad que en ese momento, ya había vivido el primer origen (que prefiero explicarlo al final): entonces, con esa primera experiencia sobre mis hombros, lo único que mi yo pequeña pudo hacer fue gritar y llorar (oh si, fui una niña bastante llorica) y lo único que pudo hacer mi madre fue venir corriendo, abrir la puerta de par en par y darme apoyo moral pues ella tampoco fue capaz de controlar la cadena del váter. Ahora lo pienso y me parece hilarante. Imaginaos ver ese espectáculo: una niña de ocho años sentada en un váter y llorando sin parar y su madre intentando ayudar desesperadamente. En ese momento lo pasé fatal. 
Total, que seguramente estuvimos más de 15 minutos allí encerradas – incluso mi padre, que seguía sentado y esperando en la mesa, con los tiramisús y los cafés se acabó preocupando.

Bueno, y este es el primer trauma. ¿un poco light, verdad? Pues esperad a el segundo. Este se remonta a dos años atrás del anterior, por lo tanto, tenía unos seis años. Ya dije en mi presentación que era una cinéfila: y eso no me viene gratuitamente, ya que desde muy pequeña, en mi casa hemos tenido la costumbre de hacer maratones de películas en los fines de semana. Y desde pequeña he sido capaz de ver la mayoría de géneros: incluso el terror, horror, etc. ya me fascinaban entonces y los veía sin ningún problema.Hasta que llegó LA PELÍCULA. 
¿conocéis el cazador de sueños*? Pues ese, es el gran origen de mi trauma con los váteres. Os haré una breve sinopsis de lo que recuerdo (puede que no sea exacto y que haya modificado ((exagerado)) algo:
Un grupo de amigos deciden irse de vacaciones a una cabaña abandonada en medio del bosque, en temporada de nieves, tras la muerte de uno de ellos. Síp, toman la sabia decisión de ir a ese lugar. Vamos, no hay que ser muy tonto para ver que algo malo puede pasar, pero bueno. Cuando llegan, ven que todos los animales – y cuando digo todos es TODOS – huyen de alguna cosa, hacia la misma dirección (¿no hay otra razón para salir pitando de allí?). Obviando lo que han presenciado, el grupo de amigos se divide: unos se van por ahí de excursión (o a hacer muñecos de nieve, yo que se) y los otros se quedan en la cabaña. Bueno, pues cada grupo se encuentra una persona: los que están en la cabaña un hombre y los otros una anciana mujer. Todo normal hasta que el hombre se quita la chaqueta y ven que este tiene una barriga que no es normal, es enorme, y lo mismo pasa con la ancianita (pero los inteligentísimos personajes deducen que se trata de un embarazo).
Y aquí es cuando llega la escena que me marcó de por vida: el señor barrindongo va al baño. Y tras producir una serie de ruidos antinaturales, horrorosos y de dolor, a los protagonistas se le ocurre mirar si está bien. Uno de ellos abre la puerta y... bueno, mejor os dejo aquí la escena porque es inexplicable. Os aconsejo que no lo miréis si sois sensibles a estas cosas.
Y hasta aquí llego porque es lo que fui capaz de ver. Bueno, logré ver un poco a Morgan Freeman pero no lo suficiente para que me convenciera de seguir viendo la película. Nunca la he podido acabar: incluso, hace unos años, cuando era más mayor me aventuré a verla con una amiga y la tuve que dejar casi en el mismo punto porque es too much for my body
Quisiera remarcar esa fantástica escena del baño (que no he conseguido encontrar, pero que en la película sale unos minutos antes de la escena que he enlazado). Pues esa escena, es la que hizo que la pequeña Alice tuviera que ir al baño acompañada – o si iba sola hacer sus necesidades con la puerta abierta – durante unos cuantos meses. Porque en esa escena, se ve como la atrocidad esa sale del trasero del hombre - y si sale por allí, os puedo asegurar que por el mismo sitio que sale, es por el mismo sitio que ha entrado (y no digo más que me da algo).
Y ese es – creo yo – el origen de mi gran pesadilla con los váteres. 

Debo confesar, tras haber dicho todo esto, que me han entrado ganas de volverla a ver – después haberme prometido no hacerme pasar por este mal trago (otra vez) – pero es que he descubierto (ignorante de mi) que está basada en un libro de Stephen King, y además, la trama ya me parece atractiva.
¿Lo haré? Lo sabréis en las próximas entradas.


*Os dejo aquí los enlaces de la sinopsis oficial y el trailer (V.O. claro está).


Hasta aquí la primera parte de las pesadillas de Alice. ¡Nos vemos en la próxima entrada!

Hala, adiós.




(ojalá fuera este el bichito)

- Alice.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Me da igual, yo me disfrazo como me da la gana

Heya!
Ya he vuelto. Como sabréis, la noche del lunes fue Halloween. Todo bien, mi ciudad estaba llena de gente disfrazada, todos reían, o gritaban del miedo, pero lo importante es que se lo pasaban bien.
Hasta aquí bien, hasta que volvieron a aparecer imágenes estúpidas de "esto no te lo puedes poner si no eres x actriz" . Y chistes con todo menos  humor, en los que básicamente se decidía quien se podía disfrazar sexy, y quien no. OBVIAMENTE las gordas no podemos. ¿Qué es eso de ir marcando michelines, de enseñar carne, y de sentirnos sexys? ¡Ni se os ocurra!--> Ni caso.
Este año se ha puesto muy de moda disfrzarse de Harley Quinn*, y ya empezamos con lxs pesadxs de turno con qué solo las chicAs que tengan el mismo cuerpo que la actriz, pueden disfrazarse del personaje. Pues NO, no me(nos) da la gana, o sea:
Primero: ¿quienes sois vosotrxs para decidir nada sobre nuestro cuerpo?
Segundo: Repito--> NUESTRO cuerpo


Ya tenemos bastante con la presión estética que sufrimos a diairo, como para que vengan a molestarnos este tipo de gente*añada insulto*

Yo ya tenía claro que iba a tratar este tema en el blog, y  justo ayer mientras estaba twitteando, encontré une chique que publicó un fragmento de un vídeo del famoso youtuber Dalas Review, pidiendo que lo reportásemos. Yo ya me esperaba cualquier cosa, siendo él*. En el vídeo básicamente se dedicaba a mofarse del físico de personas(como en la mayoría de sus videos) disfrazadas. Imaginaos el panorama: se reía sobretodo de gordxs*, durante no sé cuantos minutos. Y si no es por gordxs, es de cualquier otro rasgo físico que a él no le gusta(claro, como él es hijo de Venus)
El vídeo en cuestión:
A mí lo que me preocupa, es que lxs seguidorxs de éste "señor", y  de otras páginas de humor (negro) famosas, sean todavía muy jóvenes. Suelen ser adolescentes, que los suelen considerar  ídolxs. Ya suficiente tenemos con el bullying que hay en las escuelas, como para que estos youtubers,( u otrxs) dén este ejemplo a la audiencia. Modelos que enseñan a  despreciar  los demás sin sentimiento de culpa alguno.
Y bueno, no voy a excluir lxs seguidorxs que se sienten identificadxs con lxs sujetos que Dalas critica en sus videos. ¿No habrá pensado en sus fans gordxs? A claro, va a ser tan hipócrita de abrazarlos en su firma de libro como si nada, siempre con una sonrisa(tan falsa como él)  Y siempre va a poder desgastar la excusa que todxs los """humoristas""" usan:
"solo es humor, no pretendo ofender a nadie, y si te das por aludidx, es culpa tuya"
 ¡¡Bravo!!, señorxs, si hicieran un video metiéndose con vosotrxs directamente, como haceis, no os sacará ni una sonrisa. Ojalá algúnx fan os dé una lección. Sí, sí, humor, pero, ¿es que no piensan en que su contenido es accesible a todo el mundo?  Siempre van dando mensajes de ánimo, y hacen videos en contra el acoso escolar. Pero no piensan en que sus otros videos, los ofensivos, que los pueden ver adolescentes con poca autoestima y grandes complejos. ¿Y si a ellxs les hacen bullying por tener, simplemente, un cuepro gordo? ¿Y si son excluidos del grupo de clase por no ser agrciados según sus compañerxs? Esto es igual ¿verdad? Sois egoístas, que buscan la risa fácil, no os importa a quién pisais por el camino, si son seres inocentes y vulnerables. Os importa hacer reír a las masas, que se les suele convener con chistes machistas, racistas, gordófobos(y un largo etc), pero que más da, vuestros intereses (no diré cuales) son prioritarios.
Hay personas allá fuera de vuestras pantallas y vuestro mundo, luchando día a día en contra sus opresores, gente que intenta seguir adelante con su vida, y vosotrxs: qué más da. Sí, sí que da, sí, luego hay adolescentes con problema alimenticios graves, personas con la autoestima por los suelos, y vosotrxs, no ayudáis en NADA, todo lo contrario.
Algunxs creerán que he exagerado, queridxs, no he exagerado, lo que pasa es que solemos mirar solamente nuestro ombligo, ignorando todos lxs demás sufrientes.
Y volviendo al tema de gordofobia y Halloween: no hay ninguna norma escrita válida para que lxs gordxs no podamos disfrezarnos de los que no salga, tenemos cuerpo, pues, podemos hacerlo, y sino os parece, a bailar sardanas. Lo de "si no te gusta lo que ves, no mires" es algo tan lógico, pero siempre debemos estar  repitiendolo, a ver si lo aplicais ya. Todo el mundo debería vestirse como quiere, sin sentirse "ridiculo" o feo, y tener miedo de salir a la calle, por si se burlan del individuo. Esto no avanza, siglo XXI y seguimos haciendo lo mismo que hace años y años. Dejad ya de molestar, y sed felices sin la necesidad de meteros con lxs demás para sentiros mejor vosotros mismos.
Queridxs lectorxs, no dejéis que nadie, absolutamente nadie, os haga sentir mal con vuestro cuerpo, solo tenéis uno, y tenéis que quererlo como un bien preciado.




PD: he puesto en google "harley quinn disfraz gorda" y con esperanza de encontrarme chicas sexys disfrazadas, me sale "los peores disfraces del 2016" anda a tomar viento.

Me encanta este video <3 https://youtu.be/nGfhRfkGjxE



-Gregordi(Gregoria)

*Cómic que ni he leído y película que ni he visto

*Según este sujeto, el patriarcado no existe porque no lo vemos, que somos feminazis lloricas. Y que Donald Trump no es comparable a Hitler, de hecho, no es racista. Y un largo etcétera.
*Empleo el término gordx porque básicamente: no es un insulto, sino un adjetivo califacitvo.