Palabras chirriantes que se esconden en la boca de mi garganta;
ellas gritan, me recriminan; me suplican por una explicación.
Sin compasión, mi mirada gélida desdibuja la visión de la realidad y poco a poco creo ver los fantasmas de mis propios engaños. Los engranajes que mueven este destartalado cuerpo comienzan a girar automáticamente; mi mente se esconde bajo las mantas de mi prisión.
Palabras resentidas que se suicidan en un nudo silencioso;
si tan solo ellas desaparecieran....
pero un mar de semillas putrefactas se filtran por el mecanismo.
Sin emoción, mi sonrisa oculta el lugar del crimen y poco a poco ni el sol ni el aire se atreven a atravesar el escudo de mi rostro. Los tumores que han invadido este destartalado cuerpo comienzan a germinar; mi oscuridad alimenta una zarza confusa.
La carne se desgarró. No recuerdo que me doliera o que me causara emoción alguna. Entre el agobio y la insensibilidad abrí mi corazón para tan solo encontrar el vacío.
A penas percibo el transcurrir de los días desde entonces pero prefiero flotar en esta niebla plomiza que sentir en mí los tercos rayos de sol; me dan migraña.
La zarza se secó. Recuerdo que su cáscara se convirtió en polvo y las heridas internas en muescas. Entre la tormenta y la calma ahora me pregunto qué es lo que debo hacer.
- Sta. Rigoberta.