Buenas, camaradas de la red. Llevaba bastante tiempo sin personarme por este blog —al menos publicando yo misma— y, visto que ha llegado esa época del año tan preciosa en la que me paso las noches viendo premios del Gremio de Actores, de la Asociación de Guionistas de Michigan y no sé cuántas cosas más, he pensado que esta entrada podría servirme, incluso, para desconectar de los exámenes que se nos vienen a todxs encima. Así que aquí os dejo con las cinco películas que más me han gustado de este 2016 y, por supuesto, el porqué.
La La Land (dir. Damien Chazelle, EE. UU.)
Cómo no adorar esta película. De hecho, estoy escuchando la banda sonora mientras escribo esto, y solo con la primera canción —Another Day Of Sun, entrada al musical al más puro estilo West Side Story— ya vuelvo a la misma sensación cálida y atrevida que envuelve toda la película. Porque no es solo una de las historias de amor más bonitas que ha dado el cine de los últimos años, sino también todo un canto a Hollywood, al jazz, al cine y a los sueños: en esencia, al no rendirse y al atreverse. Una sale del cine henchida, caminando como sobre una nube. Por no hablar de la cinematografía y los colores tan maravillosos que inundan los planos de la película: los tonos violáceos y esos cines nostálgicos de un Los Ángeles que se convierte en el tercer protagonista de la película son algo que impresiona e influye en gran medida en la sensación que una obtiene de la película. Realmente, creo que al cine no se le puede pedir nada más, y no exagero al decir que no solo es mi película favorita de 2016, sino probablemente de las que más me han entusiasmado ante la gran pantalla en general.
La llegada (dir. Denis Villeneuve, Canadá)
Sí, soy consciente de que por el trailer parecía una peli de sci-fi de esas que luego ponen los domingos por la noche en La 1. Y sí, soy consciente de que podría verse como una exageración a lo Black Mirror de la teoría de la relatividad lingüística de Sapir y Whorf. Pero qué queréis que os diga, a mí me ha parecido una maravilla. Villeneuve ya tiene un par de películas que dejan bastante trastocada —Enemy, de 2013, o Prisoners, de 2011—, pero en esta lleva el juego metalingüístico y las reflexiones constantes sobre el ser humano y su posición en el mundo a un nuevo nivel. Impacta el mensaje, impacta ese plot-twist que nadie es capaz de ver hasta el último momento, e impactan esas últimas escenas que casi quitan el aire cuando uno, sentado en la butaca, se da cuenta del significado de todo lo que acaba de ver. En cualquier caso, una de las mejores películas que he visto este año. Ah, y sensacional Amy Adams, a ver cuándo reconocen a esta mujer con un buen premio.
Neruda (dir. Pablo Larraín, Chile)
Esto es arte y lo demás son tonterías. Y no, no me estoy refiriendo a la cara de Gael García Bernal —que también—, sino a los cien minutos que hacen de Neruda una de las grandes películas de este año que acaba de terminar. No solo por el relato tan absolutamente verídico que hace de quién fue Neruda y las circunstancias en las que se encontró en su Chile natal en los años cincuenta, sino en la maravillosa forma que tiene de hilvanar realidad y ficción y convertirlo en un todo explosivo y que llega a ser apoteósico en sus últimos minutos. El papel de García Bernal como comisario que viaja del primer al último rincón del país andino en busca de un poeta comunista es, además, simplemente genial.
El editor de libros (dir. Michael Grandage, Gran Bretaña)
Esta es, quizás, la más personal de las cinco películas que he elegido para esta entrada. La trama gira en torno a Max Perkins, editor de autores tan celebérrimos como Ernest Hemingway o F. Scott Fitzgerald —los cuales hacen sus cameos en la película y, por supuesto, me tuvieron derramando babas en el cine con todas y cada una de sus apariciones—; sin embargo, en este caso se centra, sobre todo, en la relación profesional y amistosa que mantuvo con Thomas Wolfe, sin duda uno de los grandes escritores americanos del primer tercio del siglo XX. La película es, en resumidas cuentas, un canto a la literatura, a esos autores yanquis perdidos por el mundo que marcaron a una generación y cuyas novelas, desde las tan breves como El gran Gatsby a auténticos titanes como El ángel que nos mira del propio Wolfe, siguen siendo actuales en lo humano de sus personajes y en esas profundas crisis espirituales de la América de entreguerras que, de una forma u otra, resuenan aún a día de hoy.
Rogue One: una historia de Star Wars (dir. Gareth Edwards, EE. UU.)
Supongo que no os sorprenderá que una película de la franquicia Star Wars esté entre mis películas favoritas de este año. Y es que, si ya el año pasado El despertar de la fuerza hizo que aquella galaxia muy, muy lejana volviera a antojárseme el mejor sitio en todo el universo, Rogue One ha conseguido que vuelva a sentirme como entre los personajes originales: en dos horas de metraje presenta a un equipo formado por toda suerte de delincuentes, rebeldes contra el Imperio e incluso monjes que, pese a la adversidad, consiguen emprender la peligrosa misión de robar los planos de la Estrella de la Muerte. Sin revelar nada más de la trama, diré que hay un droide con el que me identifico a niveles espirituales, un rebelde que me ha robado el corazón y un piloto al que quiero colocarle una mantita y prometerle que todo va a salir bien. Así que sí, espero que Lucasfilm siga con este invento mucho tiempo, porque les está saliendo de maravilla.
Bueno, espero que no me haya quedado demasiado larga y que, de una forma u otra, os haya interesado alguna idóneamente todas de las películas que os he ido presentando a lo largo de la entrada. El cine es una de las cosas más importantes de mi vida —junto con los libros y las tostadas de aguacate— y me hacía ilusión compartir, desde mi humilde opinión, cuáles son las películas que más me han hecho sentir, pensar o disfrutar este año. ¡Nos leemos!
Os dejo con un gif de Ryan Gosling porque, aunque sé que a algunxs no os gusta, a mí sí. Jé.
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